miércoles, 1 de abril de 2020

vicente huidobro / de "las pagodas ocultas"













Las pagodas ocultas

*

¡Oh Alma mía! recógete en ti misma y no busques más los enigmas de la vida en medio del bullicio, ven al Silencio.

Las almas son Pagodas Ocultas y misteriosas cuya soledad está llena de mundos y tiene extrañas resonancias.

Son Pagodas Ocultas en las cuales hay gestos muy pequeños, apenas perceptibles, pero que están por sobre todos los que aparecen grandes a la mente. Sobre las pasiones más fuertes de la vida estos gestos se muestran y se agitan y son anunciaciones de cosas superiores.

Alma mía, penetra sin miedo en la Divina Pagoda, la luz de la luna que entra por la puerta te acompañará algunos pasos; donde termina su dominio detente, medita sobre todo lo que has visto y luego pasa la línea a la obscuridad completa, pronto tus ojos se acostumbrarán a ella.

La Pagoda Oculta está llena de una dulce Harmonía y sentirás tus sentidos nadando en una embriaguez infinita.
Mis ojos han cegado mirando en vano la obscuridad de la luz y por eso buscan ahora la luz de la obscuridad.
Mis pies están cansados de recorrer otros senderos.
Ven, Alma mía, ya hemos dado: El Sendero de Seda es el único que lleva a la Pagoda Oculta.

Pero antes escucha:
Para poder llegar a la gran Pagoda tu frente ha de ponerse pálida de meditación.
Tus ojos han de ponerse luminosos de ternura.

Has de cubrir tus oídos con tu manto para no sentir ningún ruido externo sino el delicioso canto interior que es semejante a esos ruidos de la noche que se escuchan en las montañas.
Has de amar a la Naturaleza con un deslumbramiento fervoroso y has de estar siempre dispuesta a los más grandes estupores.
Busca siempre el verdadero sentido de todo. El sentido de los árboles, del río y del fuego,
el sentido de las montañas y de la noche, el sentido de la tierra y del aire, del amor y del dolor.

Tú, Alma mía, has de estar en contacto con el alma de las cosas, has de llegar a sus últimas raíces.
Pon en todo, alma mía, un apasionamiento tuyo y verás cuantas cosas has de sorprender.

Pero que ese apasionamiento no turbe tu paz, debes estar siempre tranquila, nadando en una dulzura inefable, llena de un santo arrobamiento, como esas grandes flores que flotan a todo sol en medio de los lagos serenos.

Alma mía, busca el sendero de seda que va por dentro de ti misma.

Busca el aislamiento.
Y qué fácil es si ya estás convencida de la vaciedad de todo.
Qué fácil es si te das cuenta que este deseo de plenitud absoluta, que es lo que te hace infinita, no lo has de lograr jamás.
Cuando hayas saboreado todos los placeres y gustado todos los encantos y te preguntes ¿estás contenta? Tú misma te responderás de lo más hondo: Aun no.

Cuando hayas dominado todas las ciencias y te preguntes ¿Estás contenta? Te responderás tú misma llena de dolor y desencanto: Aun no.

Cuando hayas logrado todos los éxitos apetecibles, todos tus anhelos y te preguntes ¿Estás contenta? Tú misma te responderás desesperada y trágica: Aun no.

Aun no. Falta algo. Aun no y siempre aun no. Nada puede hacernos feliz. Ningún abrazo puede sujetar para siempre nuestros anhelos imprecisos, ningún amor puede aislarnos hasta el punto de hacernos olvidar de todo, ningún acto grande y bondadoso nos liberta de esta inquietud desesperante y cuando nuestra cabeza reposa sobre un seno amado, está quizás, pensando en otro seno.
No podemos prolongar ningún instante medianamente dichoso, y si pudiéramos, seguramente nos daría con el hastío un latigazo en medio de la cara.

Alma mía, si quieres lograr la plenitud, busca el sendero de seda y penetra en la Pagoda Oculta.
Alma mía, si quieres lograr la plenitud, sumérgete en ti misma.

~

Mi palabra

*

Le llamaron loco y el Poeta respondió:
Al escribir ya sabía que mis palabras no eran para vosotros.
Mi espíritu ha presentido el advenimiento de la luz. La claridad sonora que ha de envolverme se acerca ya.
Mi carne abolida por la fuerza de mi alma, siente los estertores de la agonía y tiembla como una llama próxima a extinguirse.
Todo esto te lo debo a ti ¡Oh fructífero Silencio! Oh Meditación fecundadora! que en mi cerebro habéis padecido una larga paciencia de huevecillo.
El Misterio siempre tuvo para mí la cariñosa invitación de las puertas abiertas que parecen decirnos: Pase Ud. primero.
Por eso no podéis entenderme.
Ya no hay puertas cerradas para mi espíritu, porque ya poseo la suave tristeza llena de bondad de los profundos.

~

El fuego
*

¡Cuan maravilloso eres, Oh Padre Fuego!
Eres un espíritu en tortura y tienes las intuiciones de un místico.
Desprovisto de peso y burlador de toda medida, eres la fragilidad absoluta y sin embargo destruyes lo más fuerte.
Todas las vacilaciones están en ti y sin embargo eres la intención de ser montaña.
Eres el purificador de todo, pero tu espíritu está siempre en el momento de las grandes
pasiones.
Tú, como los genios, iluminas consumiendo. Horadas el aire para embellecerlo.
Y como un supremo artista sabes colocar tu jardín soberbiamente rojo en medio de la noche.
Tu silueta en constante movimiento hace harmónicos recortes en el fondo negro y a veces tus rápidas lengüetas que se elevan imitan los chorros de agua de un surtidor encantado.
Otras veces en medio de los campos haces una danza diabólica, danza de cuento de hadas, danza para ser vista al dar un reloj lejano la última campanada de las doce sobre la noche dormida.
La luz está en ti como el perfume en el rosal maravilloso.
Y tú la difundes por el aire y tu vigor enorme la hace llegar hasta mis ojos como si la empujara.
¡Oh Padre Fuego! ¿por qué tienes esa constante inquietud de ola?
Infíltrate en mis venas, Oh Padre Fuego, y dame tu vigor.
Infíltrate en mi cerebro y dame tu luz destructora.
El Arte brota y crece grande solo sobre lo que ha destruido.
Mucho puede estudiarse en la vida, Padre Fuego, pero lo único que puede comprobarse
es que la vida de los hombres es igual a la tuya.
Comienza con pequeñas llamitas que parecen extinguirse a cada instante. ¡Cuan frágil es la vida de los niños! Pronto la hoguera va tomando cuerpo y batalla triunfante de todos los obstáculos con un sordo rumor, hasta que repentinamente empieza a decrecer con increíble rapidez y se apaga como las vidas en un instante, después de unos cuantos estertores, vano intento de luchar.
Esto es lo único que puede comprobarse. Vinimos al mundo como tú y como tú hemos de irnos.
Pero también como tú debemos dejar una huella, una señal de nuestro paso.
Padre Fuego ¿por qué me conturba tanto la idea de la muerte?
Consúmeme a mi también, ¡oh Padre Fuego, aniquila mi tristeza, destruye la amargura de mis ojos, devora el amor de mi corazón! ¡Oh tú, que conoces el sabor de la carne de los hombres!
Destruyeme, termina de una vez este anhelar eterno, este tanto pedir del corazón y que mi cuerpo se retuerza como tus llamas al sentir tus abrazos de serpiente.
Eres maravilloso, Padre Fuego. Eres todas las maravillas. Eres grande y sublime. Eres todas las grandezas y todas las sublimidades.
Eres glotón como un niño.
Y yo sé por qué tiemblan tus llamas. Por que aguardan un milagro de Jesús.
La indecisión de tus llamas, ese eterno temblor proviene del tiempo de los mártires.
Ahora no saben cuando deben consumir o de ben apagarse.
Están siempre en esa pregunta. Están siempre aguardando una orden sin voz.
Padre Fuego, eres glotón como un niño. Eres la voluntad de todas las purificaciones.
Mira como tus llamas juntan las manos como en una oración y se elevan al cielo temblorosas como manos de madre que bendice.
Pero otras veces se elevan justicieras y solemnes como manos de padre que maldice.
Y otras veces tus llamas se elevan etéreas como espíritus de ascetas.
Ah! Si tú conocieras la voluptuosidad de mis ojos cuando tus llamas toman contornos de mujeres o semejan cabelleras sueltas ondulando al viento.
Si supieras el goce de mis oídos cuando crepitas con un sordo vibrar de palmas agitadas.
Padre Fuego, que esté mi cuerpo en ti como están ahora mis ojos que te miran.
Si no quieres consumirme, abrázame al menos como abrazas mis miradas.
Padre Fuego, eres glotón como una alimaña. Tu hambre es un hambre interminable.
Eres absorbente y dominador. Serías una virtud si no te mostraras tanto.
Yo te cantaré una noche en medio de los campos, una noche en que te vea de lejos brotar de la tierra a la duodécima campanada como una ronda de enanos rojos dispuestos a danzar.

~

Los estanques nocturnos

*

Estanques nocturnos, aguas negras, aguas dormidas y como reconcentradas en sí mismas, mi corazón os ama y admira vuestro poder evocativo.
Aguas de la noche, todo lo que se refleja en vosotras toma un aire de ensueño, un gesto de leyenda, hasta las casas más humildes al reflejarse en vuestro pálido espejo, toman aspecto de castillos señoriales o mansiones encantadas.
¡Oh la maravillosa brujería de los estanques en la noche!
Cuantas mujeres hermosas habrán copiado sus formas en estas aguas como quien se baña
en un espejo.
Ellas han dado a estas aguas la atracción alucinante, propia de una encantadora.
Ah! yo quisiera besar la luna de los estanques.
Aguas que ponéis toda vuestra fuerza y vuestro empeño en reflejar, aguas negras ensimismadas en la propia contemplación ¿qué pensáis?
Acaso en estos momentos recordáis la suavidad de los pies milagrosos de Jesús.
Acaso pensáis que hace ya mucho tiempo, en otros parajes, os surcaban blandamente las barcas de los pescadores y sentís la nostalgia de sus viejas canciones que se dormían sobre vuestras ondas leves.
Y yo sé que estáis así quietecitas y como dormidas, porque aguardáis la vara del milagro.
Agua de los estanques nocturnos, la luna hace en vosotras un camino luminoso semejante a la barba de plata de un anciano.
La luna se ha dormido largamente como una lluvia de flores de almendro sobre las aguas opacas.

***
Vicente Huidobro (Santiago de Chile, 1893-Cartagena, 1948) 

En la imagen, el poeta por Hans Arp

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