Imagina, encendiendo una cerilla, aquella noche en la cueva:
utiliza para sentir el frío las grietas del suelo;
para sentir el hambre, la vajilla apilada,
y el desierto… el desierto está en todas partes.
Imagina, encendiendo la cerilla, aquella medianoche en la cueva:
el fuego, las sombras de los animales o de las cosas,
e imagina, con tu cara confundida en los pliegues de la toalla,
a María, a José y el hatillo con el niño.
Imagina a tres Reyes, la procesión de sus caravanas
hacia el portal; o mejor, tres rayos que alcanzan
la estrella, el crujido de su carga, el sonido de las campanillas
(en el azul espeso, el Niño aún no cuenta
con el eco de una gran campana).
Imagina que el Señor en el Hijo del Hombre por vez primera
se reconoce a Sí mismo, a una distancia remota, en las tinieblas:
un vagabundo en otro vagabundo.
1989
Joseph Brodsky (San Petersburgo, 1940-Brooklyn, 1996)
Versión de Svetlana Maliavina y Juan José Herrera de la Muela
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