El alifrit está frito, nadie frota.
Por el ojo de la lámpara, bajo una marina peor,
atisba
y ve que éste va a ser otro hogar como es debido.
El señor corre al centro del departamento, se llena la boca de
arena y la escupe por la ventana.
Es que está construyendo el nido.
El alifrit quisiera poner un toque de iniciativa -un mordente,
digamos- en esta cadena siniestra de actos automáticos
(dos tonos, un semitono, tres tonos, otro semitono):
un grano de pimienta -digamos- en el lecho ázimo.
Pero es inútil: nadie frota.
Gerardo Deniz (Madrid, 1934-Ciudad de México, 2014)
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