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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.

viernes, 31 de mayo de 2024

antonella anedda / paisaje








Me acerqué a una rama cargada de nieve
donde uno de los cuervos doblaba la madera bajo sus patas.
Me convertí en ese vaivén de gris y negro.
Y ese verde diferente (mezcla de salvia y escarcha)
Que avanzaba con un toque de lividez sobre las nubes.
 
Me vi dentro de aquel purgatorio.
Todo era paisaje. La rabia - en montones.
La incertidumbre - en pilas: una colina.
El desamor: árboles con sombras.
«Observa», dijo la sombra en el arbusto más cercano,
«la niebla envuelve tu dolor.
Aprende en tu espacio mortal
Aprende que tocas el cielo».
 
Sí, respondí, y la luz disminuyó la ira de la mañana
dividió mi cuerpo del rencor
obligó a las sombras a callar.
Y un azul nítido tomó -¿era ya el paraíso?
el lugar del paisaje, de la primera persona.

***
Antonella Anedda (Roma, 1955)
Versión de Nicolás López-Pérez

/

Paesaggio

*

Mi avvicinai a un ramo carico di neve
dove uno dei corvi piegava sotto le zampe il legno.
Diventai quel dondolio di grigio e nero.
E quel diverso verde (misto di salvia e gelo)
che avanzava con un tocco di livore sulle nubi.
 
Vidi me stessa dentro quel purgatorio.
Tutto era paesaggio. La rabbia: un tumulo.
L’incertezza – a mucchi: una collina.
Il disamore: alberi con ombre intirizzite.
«Osserva» disse l’ombra nel cespuglio più vicino,
«la nebbia inghiotte il tuo dolore.
Impara nel tuo spazio mortale
imparando si sfiora il paradiso.»
 
Sì, risposi e la luce diminuì l’ira del mattino
divise il mio corpo dal rancore
impose alle ombre di tacere.
E un tagliente azzurro prese – era già paradiso?
il posto del paesaggio, della prima persona.

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