Asirme cada día en el espejo al rostro
siempre extraño que me acecha.
Entre él y yo la eterna y sutil brecha:
es otro el que se muestra en el reflejo.
La edad misma del polvo su entrecejo;
fatiga original en mí deshecha,
hastío precedente a toda fecha,
mirada en que adivino un dolor viejo.
Entonces otro nombre me suplanta:
la voz de esa otra voz no diferencio;
habitan otras sombras en mi sombra,
otro decir anega mi garganta.
Palabras disfrazadas de silencio:
las cosas que me callo el otro nombra.
***
Micaela Paredes (Santiago de Chile, 1993)
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