martes, 31 de julio de 2018

bárbara délano / de "playas de fuego"













He regresado para sentarme
como una vieja se sienta a la orilla de las lamentaciones
y hunde sus dientes contra una piedra
para no hablar
para no hablar ya más
y dejar que el mar susurre su voz de nieve ardiente



He vuelto a este rincón enfermo
donde me obligan a tragar una hostia mancillada
por las bocas que dijeron todas las mentiras


Entonces veo desfilar en el caleidoscopio del agua
las grandes y pequeñas traiciones
bajo el delirante sol de febrero


Allí están los que osaron aspirar eternidad
sin pedir permiso para entrar en la Historia
comieron carne ajena e invadieron casas
donde alguien oraba en secreto
Luego se sentaron en la sala
pidieron café y cigarrillos


Y allí estamos nosotros
Insomnes        mudos los rostros
sin orillas        flotando sin destino
tratando de ver a Dios en la tierra de nadie


Porque todo lo que se pierde va a dar al mar


me tiendo en el borde
para oír a mis hermanos muertos

(...)


La ciudad          una botella soplada por un viento
                          pútrido
                          se hincha

(...)

Entonces vi la puerta que daba al Jardín
donde mamá y yo mirábamos caer la nieve
sobre los duraznos desnudos mirábamos
caer la nieve sobre los duraznos desnudos



Porque no soy yo la que habla
me he tendido en la colina para que hable el mar


(...)

Fui diosa fui reina



No en vano somos nada mis amigos muertos
y yo


Por ellos me he tendido aquí
para abrazarlos amorosamente
como lame el mar a lo lejos la orilla


(...)

La muerte es otro museo abierto
No hay llanto en mi corazón


(El odio tiene su propia letrina
escondida entre la carne como una joya)



Si por un momento nos dejáramos ir
solo veríamos espuma golpeando las rocas


No habría nada que agregar
apenas la mímica de una canción
los labios silentes de un muchacho
en una esquina en otra ciudad
donde las palabras nombraban a las cosas




La historia es una corona demasiado pesada



El acantilado se despeña frente a nosotros
y va a caer junto a las olas
donde los huiros son cabelleras
de mujeres muertas



Allí la veo
Juana la pecosa duerme
su última siesta bajo el sol




Allí lo veo
Pedro mucho antes de todo
el marinero del tatuaje azul camina a casa
con una sarta de jaivas colgando del hombro

(...)

Abrimos la ventana
desde donde se ven las gigantescas grúas
las tiendas y las madres y los escolares
van y regresan todavía


Porque esa palabra no está aquí en la ciudad
ni en la colina
ni en el fondo marino de las visiones
caminamos al fin por las calles como niños
como salvajes          sí            como salvajes      adorando
adorados una vez más bajo el aire salobre


(...)

"Va a caer"    gritó un joven azotándonos La Nación
en el rostro
"Va a caer"    gritaba


Y cayó y tuvimos que marchar
como marcharon los judíos


-Al fin nuestra historia se parecía a la de Europa"


(...)

La generación perdida nos llamaron
y fuimos carne de cañón



Nos juntábamos en el Jaque Mate o en la Unión Chica
a conversar de poemas de la Frontera
y a tomar vino
Al principio creíamos que alguien nos oiría
que alguien vendría a buscarnos


Sólo nos buscó la muerte
la enfermedad        el éxodo


A veces íbamos al mar y comíamos almejas
en algún boliche barato del puerto
Dejábamos que el sol pegara sobre nuestras piernas
y al salir escribíamos en las paredes
frases heroicas que he olvidado




para después correr y perdernos en las callejuelas
para volver a sentirnos tristes
porque es la tristeza la que salva
la rotunda melancolía de no saber
de no tener destino

***
Bárbara Délano (Santiago de Chile, 1961-Perú, 1996) Playas de Fuego. Santiago de Chile: Alquimia, 2018.

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