Un candado en la boca y un buen kitsch en la cara,
la sombra suele decorar paredes de pequeñas ciudades; mi máquina de escribir, mi duende y yo aquí nos recobramos
y consigo mismo habla mi deseo,
sobre quién soy y si no soy un invitado que rompió su imagen y se tragó la llave.
Un invitado que ha visto la risa y huye y se aleja, y tras él se hunde la ciudad y el puente se rompe.
Solo por el monstruoso sueño acudo aquí,
por una cuestión en la que ya no hay mundo ni yo, donde solo una máquina dibuja en el pavimento
y la columna de la peste dibuja un carrusel… No te sorprendas, amor, si me voy. Sé por qué
la llave del manicomio cuelga de la repisa de Kladno.
Bohumil Hrabal (Brno, 1914-Praga, 1997)
Versión de Monika Zgustová

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