jueves, 11 de octubre de 2018

ludwig zeller / tres poemas








Cuando el animal de fondo sube la cabeza estalla

*

Hoy vienen los fantasmas y en la mesa que gira
Veo crecer las flores bajo el llanto sediento
Del ojo que en el centro del plato está mirando
La alcuza con su aceite y su escorpión.

Los días se cerraron de repente, crecieron grandes hojas
Como piel de leopardos al acecho, preguntaron
Mi nombre en arameo, quebraron las botellas
De centellas heladas, esos restos de amor que pule el mar.

Seguramente está de más, dijeron. Equivocó el reloj
Sus engranajes, voltearon de revés esas poleas
Y entre animales vago –ser de sangre caliente–
En los caminos, muerdo sobre los frenos, soledad.

¿Se apagó el sol? pregunto. Los niños lloran
Y de las cuatro esquinas siento subir burbujas
Que relamen sin tregua los tablones, los bordes macerados
De aquél Arca, bajo un palio de fiebre va el carbón.

No quiero ver quebrarse la guitarra
No quiero ver subir la marmita
Aquél ojo con garras que pregunta de nuevo
Si dos y dos son cuatro, si las aguas hirvieron de verdad.

¿Dónde estamos queridos? Las arenas de insomnio se levantan,
Juntemos los juguetes del terror, encendamos la mecha
Que parta en dos la luna y esperemos mil años…
                                                                              Mi calamar
Mi madre entre la tinta empieza de repente a sollozar.

~

Insomnio con escamas

*

Un pez cruza mi sueño cada noche
Y abre un túnel de incienso en las almohadas,
Sobre el vidrio que es piel, que corta el aire
Pega después sus párpados, escucha: las aguas me rodean
De una a otra pared siento temblar sus hojas cristalinas.

¿Todo está aquí? ¡Respóndeme! Ola de vientre
Oscuro, signos que alguien dibuja allá en el fondo
Como estrías del mismo espejo siempre.
Si venimos del pez, del hueso ardiente
Empeñado en abrirse en sus espinas, si no hay piedad
Si en el estanque pasan la red día tras día,
¿En dónde están los ojos que nos miran, en dónde la raíz
De ese lamento, las ascuas del insomnio en las agallas
Que se inflan, se prolongan, buscan un metal frío?

De ese país que lentamente se alza en las paredes
Secas del día y las semanas salen a recibirme las escamas,
Me incorporo entre llagas, pregunto por amigos
Que no existen, que son polvo molido por la lluvia,
Me pesa cada trozo, cada porción del alma que recuerdo.

¿Estáis allí?, pregunto. ¿Estáis allí? Invisibles
Golpean las agujas en el telar sediento
De la imagen y los vidrios se quiebran, se endurecen
Sobre la cicatriz de la corriente. Veo lágrimas
En el rostro final, el pez que vuelve cada noche en sangre
Que respira en mi almohada, que se quema en mi oxígeno
Y despierta...

                                                   Tras el vidrio estoy solo,
Tal vez en otro sueño, dando gritos.

~

Muñecas del desierto de Atacama

*

        para Estela Lorca

Las encontré allá al fondo de una vasija rota,
Venían arropadas con los viejos tejidos de sus muertos.
Sonreían al paso de mi mano, era como si hablaran
Me contaran secretos tras de la lana de sus ojos negros

No sé ya qué decían, las tres en un jergón de palos aromáticos
Simulan el encanto tras el dibujo arcaico de ese pájaro
Errante que en cada vida nos parece eterno, ese que vuela
Desde una vida a otra arrastrando las flores del deseo

Yo nací en el desierto, los oasis son quizás sólo una ilusión
Espejismo que ofrece la piel de la adorada, encantamiento
De creer que podremos detener el tiempo y sostener delante
De los ojos el fuego de esa imagen, aquella lava que desaparece

Aquí sobre mi mesa están aquellas locas, las que volvieron
De la edad antigua esa nube de luz sobre mi infancia,
Las veo sonreír, reírse a carcajadas de las dudas que tengo
Mientras el viento mueve en mi cabeza sus coloridas faldas.

Ellas duermen también y allí en el sueño las encuentro
Sedientas de pasión, ellas queman los días con la sola
Mirada, los días y los años que ha dispersado el viento;
La lujuria que enciende el tictac del instinto bajo el pecho.

Estoy viejo y cansado, los caminos se cierran sobre la tierra seca,
Quizás la sangre añora el color de esos pétalos, misterio
De repetir un rito milenario, beber desde sus bocas
La dulzura de abuelas ya difuntas, muñecas locas,
Vasijas del amor de donde vengo.

***
Ludwig Zeller (Río Loa, 1927)

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