martes, 9 de octubre de 2018

gamaliel churata / el pez de oro (extractos)













Encrucijada del ego

*

Pero, aquí nos damos de bruces, Sancho, con la fuente de Juvencio de la deformación americana. El escritor mestizo balbuce lengua corrosiva qué alimenta con vidas que son y no suyas, constatando a diario que si entre España y América periclitaron pleitos; no pasa lo mismo con él; y que o ahoga al indio, o expulsa al español. Allí donde todavía la contención exista, el drama del "pensamiento" americano se alimentará de ella; si es en ella que se originan sus psaudomorfosis psicopatológicas. Pero él vivir América es perseguir la unidad en medio a la acción de polos igualmente compelentes: por un lado España; por otro la montaña indiática. 

Y es que el destino del hombre se decide no en sus periformas sino en el átomo que forma. 

¿Cuál el mestizo honrado que en sus intimidades no sintió el mordisco de las fogaradas indias e ignore que el amor que alimenta debe oler al khawra? Tampoco habrá chawllero que niegue la fascinación normativa que el toro ejercer sobre él, el toro, ése, sacramentaI, que en el sacro, y en el ruedo, desafía las púrpuras del Sol castellano e incendiario. Conoce el embrujo alcoránico del Cante Jondo, los contoneos de la Jora aragonesa, la lúbrica de la castañuela, y en cada "Vaquera de la Fino-josa" encuentra la imagen de una primavera tentadora... No hace más que deslumbrarle la España grande, que concentra a la humanidad, la anega en sangre, o la ilumina. Y ya quisiera caer de rodillas en el fuego de Iñigo. 

¿Pero, quién se destina a fogata de la montaña? Ni el instinto de su alma le quitará sentir que la España con verbo es la España Católica, madre de uno de los "nombres de Cristo": el del Quijote. Luis de Granada, Juan de la Cruz, la loca de Teresa, destripan piojos en sus ojos; y ya, encandilados por el agua regia de su lágrima, se dará atolondradas porradas en el pecho: 

—¡Khusillu! ... Tú eres español. Y no es español quien no maldice de España alguna vez en la vida y no le reza antes de morir... ¡Escupe la podre de tu alma!... 

Pero, él tiene Walpurgis con el Achachila de la Chinchana; tiene con el Huturi la danza del Titikaka; está enfuedado a un Chullpa-tullu, debe al Haipuñi su embriaguez sonora... Y es allí que se le encabrita cuanto de español le roe el tuétano; y se hace indio, o se manda a mudar. Si Garcilazo de la Vega Inka, con su Maskha-paicha, su Chuspa y atabales se mandó mudar: ¿por qué no lo hará él, mestizo de la plebe? 

—¡ A Córdova la carabela! ...Y el alma a la sotana... 

A las últimas, ¡elake!... Mestizo en cueros: no español; no indio. Se queda en un no redondo, como un hostio. ¡No es! 

Es que es, sólo, cuando tomando candidez su impudicia, se calza los khumpis mitológicos, desgozna el estornón, sacude de su posma lo causa de sus males; y conmina al chirote: 

— ¡Chirote! ... Por aquí entraste; por aquí saldrás... Podrá entonces pututearse: —¡Kuiku nayaha!... Soy un indio... Si la parábola, Sancho hermano, Sancho sabio, Sancho dulcineo, a estas alturas resultara inadmisible, y, por sobre inadmisible, ininteligible, nada resta por hacer: el predicador llegó retrasado para el sermón: ¡América no existe y España es América, y debe ser, antes que sodómica!

América es la Europa en el tercer día de la Creación, fecundada por Frascuelos y Torquemadas en el undécimo de la Capilla Sixtina. 

¿Pero, si así no, Sancho quijotesco? 

—¡Historiadores: borrón y cuenta nueva! 

¿No es lo mismo lo que político tiene que hacer y debe decirse? Pero, antes que el político, el escritor advierte que de su actitud de hoy depende que los módulos de una americanidad entrañable, adquieran tensión arterial; que a él le quedan dos papeles en el drama: mensajero del Alba o sepulturero del Sol. 

~

Radiografías del cáncer

¿Clerofobia? No... ¡América!... Hispanoamericanismo... Se había desprendido en ese momento de los brazos de su barragana y estaba más ebrio que el padre Noé, cuando se enfardeló en los ornamentos sacros, y sin respeto a Dios ni miedo al Diablo, celebró la misa del Corpus Christi. Pobre chapate... Su nombre me piruetea en los bracitos de acero de la mecanográfica; si era tierno y mimoso como hombre. Me pregunto ahora: ¿Y este cura español habría podido hacer lo mismo en España? No, ciertamente; si. De otra manera formaría en el símbolo mestizo del Hispanoamericanismo. 

En todo orden, eso lo único que calza espuelas hoy. Y qué símbolo. 

Enseñemos al niño a comprender, a resentir, el significado de esta voz: 

—¡Inka! 

Le habremos puesto en el camino de hacerse de un concepto de dignidad nacional. Y dignidad sin concepto es la trónica del cholo. Es decir, la nuestra. No hay motivos para alabarnos. 

Mediría la sociedad criollo-mestiza la superioridad del pueblo indio respecto del suyo si pudiera penetrar en la semántica de esta otra: 

—¡Haitarata! 

Si sois capaces, mirad, españoles:  

—¡Zamarro! ¡Khamakhe! ¡Mentiroso! 

—¡Toda la vida te la pasaste engañándonos! 

—¡Cochino! ¡No respetaste a viudas ni casadas! 

Y la turba de indios, ebria y enloquecida, desnudó al sacerdote, le obligó a oficiar el sacramento de la misa, así, desnudo, tras la cual le victimó a palo y faca. Pompeyo Gener sostendría que el hecho, real, hubo suceso en algún rincón de la Mancha; y que mejor no meneallo. 

Veamos acá lo que va de una cultura a otra, y cómo lo que admitimos como expresiones de moralidad puede ser ropaje de falacia y de vicio. Cuando esta horrenda justicia, que tuviera por escenario una capilleja de la altipampa kheswa, fue conocida, los blancos sentenciaron: 

—¡Ese Cura es un santo!... 

El pueblo indio, bramó: 

—¡Haitarata!... ¡Bribón! ... 

Aquí se verá que pueblo sin idioma es pueblo sin moral y sin patria. ¿Cómo tal pueblo puede decir que la suya es literatura de ése pueblo, que, porque tiene patria, tiene moral y lengua, así se halle en estado de analfabetismo adámico? 

Atusaba en el patio de la casa de hacienda el rumboso criollo tronco enclavado a buena profundidad, que habría de servirle para el tasajeo de la chalona, mas así mismo le servía para atar en él al indio levantístico y azotarlo, como, según se afirma, azotaron al Justo los siervos de Caifás. Ai-damás, bordoneaba médula sádica a rústico pero eficaz gabinete de tortura, provisto de viejos instrumentos inquisitoriales, con los cuales sometía al indio a recias pruebas dé resistencia, como ésas de izarle de los testículos... Por allí, por el tortuoso caminejo, que rompe los grises de la pampa, va la cabalgata. Delante el Señor Obispo, poncho y bufanda de wikuña, botas de Conquistador; le siguen sus acólitos en no menos pechudos jamelgos. Y, entre ellos, atadas las manos a la espalda, arreado a patadas por Torquemada en párroco fiero de alma, huesos y rostro, el indio apostólico, de bigotitos punzados en la ranura de su lengua, que tuvo la avilantez de convertir una de las paredes de su chuklla en abecedario mural destinado a desasnar a los asnos americanos... Le llevan a la Cárcel; y Cristo, llorando, junto al apóstol, su apóstol, camino de la Cruz . 

Estos retablos calzan nombres propios para mas propiedad. 

Si no hay lenguaraz que pueda volver el categorema Hispanoamérica al aymara o al kheswa —idiomas de un alma con Tawantinsuyu— el deber realista para los americanos es edificar pueblos españoles o indios, sin término medio. Fijaos: el indio no despreció al español, y hasta ahora llama werakhocha al varón noble y generoso. Le temió, le cultivó odio, y cuando pudo le degolló. A quienes desprecia es a nosotros: los felones, los los ociosos, los cubileteros, los zamarros, los alcohólicos, los simoniacos, los hijos legítimos de la pseudomorfosis. 

El, la patria. Cuanto le niega, nos niega: No hay literatura americana, ni lengua patricia, sin El y en El. El problema matinal para la Literatura Americana, será, pues, preguntarse: 

—¿Hay, en último análisis, un hombre americano? 

.................................................................................................................................................................

¡Naya! ¡Naya! ¡Naya! ¡Naya! ¡Naya! ¡Naya! ¡Naya! ¡Naya! ¡Naya! ¡Naya! Khori-Challwa: ¿Eres el Chullpa-tullu a que mis huesos se saben enfeudados? Relámpago de mi carne, tú la iluminas en El, y El eres con todos los caudales del Universo. Bien sé que en ti hay sólo un hombrecito del Titikaka, de trompa alacre, zafirinos ojuelos, contráctil bigote y aleta melodiosa. Sé bien que EL PEZ eres; aquél que en mi sangre latía cuando esperaba, y espesaba, en los barros del álveo, y ni el Sol era Lupi, ni se había animado dios alguno en las profundidades del átomo. Eres mi existente porque eres mi habitante. Y, cuanto amo, y beso, y lloro, es más que manera de ser en Ti,  sentimiento y espasmo de mi hueso. ¡Tú eres naya! ¡Tú eres naya! ¡Tú eres naya! ,Tú eres naya! ,Tú eres naya! 

***
Gamaliel Churata (Puno, 1897-Lima, 1969)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario