jueves, 22 de febrero de 2018

mario benedetti / dos poemas










La vuelta de Mambrú

*

Cuando Mambrú se fue a la guerra
llevaba una almohadilla y un tirabuzón
la almohadilla para descansar después de las batallas
y el tirabuzón para descorchar las efímeras victorias

también llevaba un paraguas contra venablos, aguaceros y palabrotas
un anillo de oro para la suerte y contra los orzuelos
y un llavero con la llave de su más íntimo desván.

como a menudo le resultaba insoportable la ausencia de la señora de Mambrú
llevaba un ejemplar del “Cantar de los Cantares”
y a fin de sobrellevar los veranillos de San Juan, un abanico persa y otro griego

llevaba una receta de sangría para sobornar al cándido enemigo
y para el caso de que este no fuera sobornable
llevaba un arcabuz y un verduguillo.

asimismo unas botas de potro que rara vez usaba
ya que siempre le había gustado caminar descalzo
y un calidoscopio artesanal
debido probablemente a que Marei, Edison y Lumiere no habían nacido para inventar el cine.

llevaba por último, un escudo de arpillera porque los de hierro pesaban mucho
y dos o tres principios fundamentales mezclados con la capa bajo el morrión.

nunca se supo como le fue a Mambrú en la guerra
ni cuantas semanas o siglos se demoró en ellas.

lo cierto es que no volvió para la Pascua ni para Navidad
por el contrario, transcurrieron centenares de Pascuas y Navidades
sin que volviera o enviara noticias

nadie se acordaba de él ni de su perra
nadie cantaba ya la canción que en su tiempo era un hit

y sin embargo, fue en medio de esa amnesia
que regresó en un vuelo regular de Iberia
exactamente el miércoles pasado
tan rozagante que nadie osó atribuirle más de un siglo y medio
tan lozano que parecía el bisnieto de Mambrú
por supuesto ante retorno tan insólito
hubo una conferencia de prensa en el abarrotado salón Vip

todos querían conocer
las novedades que traía
Mambrú después de tanta guerra

cuántas heridas
cuántos grilletes
cuántos casus belis
cuántos pillajes
y zafarranchos de combate

cuántas invasiones
cuántas ergástulas
cuántas amnistías
cuántas emboscadas
y recompensas indebidas

cuántas cicatrices
cuánta melancolía
cuántos cabestrillos
cuántas hazañas
y rendiciones incondicionales

cuánto orgullo
cuántas lecciones
cuántos laureles
cuántas medallas y cruces y chafalonía

ante el asedio de micrófonos
que diecinueve hombres de prensa
blandían como cachiporras
Mambrú
oprimido pero afable
solo alcanzó a decir
señores no sé de qué me están hablando

traje una brisa con arpegios
una paciencia que es un río
una memoria de cristal
un ruiseñor, dos ruiseñoras

traje una flecha de arco iris
y un túnel pródigo de ecos
tres rayos tímidos y una
sonata para grillo y piano
traje un lorito tartamudo
y una canilla que no tose

traje un teléfono del sueño
y un aparejo para náufragos
traje éste traje y otro más
y un faro que baja los párpados
traje un limón contra la muerte
y muchas ganas de vivir.

fue entonces que nació la calma
y hubo un silencio transparente

un necio adujo que las pilas
se hallaban húmedas de llanto
y que por eso los micrófonos
estaban sordos y perplejos.

poquito a poco aquel asedio
se fue estrechando en un abrazo

y Mambrú viejo y joven y único
sintió por fin que estaba en casa.

~~~

Beber ouzo en Atenas

*

beber ouzo
esa extraña sensación que provoca alegrías y desorientaciones varias
es algo indispensable para amar a atenea ya que sólo así se la puede imaginar surgiendo de la frente de un dios recién hachado

beber ouzo en atenas
permite ver casi todo en duplicado
y por lo menos distinguir dos partenones
uno el que todavía luce mutilado en la acrópolis
y otro el que lord elgin se llevó bien embalado a londres
en mil ochocientos dos

beber ouzo en atenas
es por ejemplo encaminarse hacia el odeón y desembocar sin embargo en el pireo
o descubrir que el suicidio de demóstenes es la prolongación del suicidio de sócrates

beber ouzo en atenas
es hallar la salida del laberinto sin recurrir al enamorado hilo de ariadna
o masticar pasas de corinto creyendo que son ciruelas de california

beber ouzo en atenas
es creer que el camarero es menelao y pasarle el brazo sobre los hombros para consolarlo por el rapto de helena
y es también soñar con un bajorrelieve votivo que muestre a ascleptio entrando en epidauro y a papandreu saliendo de la otan

***
Mario Benedetti (Paso de los Toros, 1920-Montevideo, 2009) Yesterday y mañana. Madrid: Visor, 1988.

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