domingo, 26 de septiembre de 2021

carlos lópez degregori / cuatro poemas









Un buen día

*

1

Un buen día
Nos descubrimos en el agua
Y decidimos nacer muy lentamente
 
Y estamos o no estamos
Nos buscan
Nos preguntan
Presencia sospechosa una visita
Alguna llamada para nadie en el teléfono
Y dónde
Dónde nos habremos metido acaso sin saberlo
Tal vez en el jardín jugando a las estatuas
O extraviando nuestros cuerpos en la calle más lejana
Un destino mejor
Una palabra
 
 
2

Un buen día
Nos descubrimos en el agua
Y elegimos una mano
Un ojo un cabello
 
Hablamos con Casandra
 
 
3
 
Casandra
El juego ha concluido
Y ya la hiedra guerreros unos años
Subieron hasta la ventana más alta de la torre
Tejiste profecías que aprendimos a leer
En la dura persistencia de tu cuerpo
Y a cada cual su propia historia
Su propio mar oscuro
Engaño enfermedad
Destierro y gallo negro
 
Resulta que ahora el fuego nos aturde
El agua no nos limpia
Ni convierte
 
~
 
Canción de la taza de leche
 
*

En alguna parte queda algo que la leche me recuerda
Y nunca porque es limpia
o es blanca
Y nunca porque puede derramarse
 
Gotas y gotas litros un charco
Una taza anterior a toda boca
Una elegía incomprensible
 
De algo que no recuerdo estoy cantando:
                                                    de la leche
Y nunca pude ignorarla cuando hervía
 
Desayunar salir al fin

~

El talento y el poeta

*

un poema parco incidental
me cueste como tres
y atónito inútil imperfecto
nunca termine de costarme
y acudan rostros lenguas animales
acudan
en una sola sombra
un solo viento verdadero
reine el desorden
sueñe antes de soñar
coma antes de comer
viva un terrible simulacro
hable
y nunca derrote a la palabra
desventurado
hoy 14 de septiembre
nazca por tres veces
tenga tres padres nombres acertijos
crezca torcido
llegue a este punto estéril
y lo llame
talento inferior
reguero anónimo de pasos
tres años vi a la cierva
nadie la conoció así
pero arrastraba ese nombre memorable
dama parca mezquina
me arrancaba un cabello
lo enhebraba
y cosía hasta sangrar
horas y horas
mientras sus quejidos ahogaban
el ruido de la aguja
cierva
hazme unos guantes
una venda
el vestido sacrificado del amor
entender es difícil
tornarse vulnerable transgredir
cose ya mi ano
mis párpados mi boca
encierre todo murmullo para siempre
aísle cualquier rescoldo de verdad
y exiliado
fue mi primera muerte
y nacimiento
reine el desorden
tres venzan los años
y me canse de contar
pierda mi sombra
un alacrán me recuerde a los dragones
monje fui
exterminador
mercader en estas calles desoladas
y errante ofrecía
a cada quien lo necesario
te vendo aquello que imaginas
esta gubia esta soga
y las vendí a c l d
un 14 de septiembre
tres meses antes de nacer
págame sino te pesará
no hallarás sosiego
conjuro capaz de derrotarme
nunca quiso entender
una tarde lo colgué
y debí deshacerlo con la gubia
entonces nací para el poema
nada que temer
que esperar
una vida confabulando con despojos
mezcles destinos
hállese un centro de aflicción
te maravilles ante una bóveda inútil
tres los abismos
el talento
las razones ocultas del poema
tres mis santos tutelares
san jorge
sal gil con una cierva
san blas
antes que se pudra mi garganta

~

Después del diluvio
 
*

                                Aussitôt que l´idée du Déluge se fut rassise
                                                                                        Rimbaud
                                              
El mundo está lleno de mundos. Imagina, por ejemplo, un palomar colmado de pequeñas casas que esconden la existencia incomprensible de las palomas.

Supón ahora que conjuramos el brillo del sol, la dimensión de las ventanas circulares de las pequeñas casas desde las que pueden verse empollando a las hembras. Luego continuamos con la fuerza de las alas, el contorno de los granos de maíz, el movimiento de los gusanos, la voracidad de los diminutos parásitos que se hinchan en la carne de las aves. Y seguimos conjurando los huevos que contienen mundos en sus mares de albúmina, el hambre insaciable de los pichones. 

Conjuramos para contrarrestar el horror y los días despiadados de las palomas. 

Conjuramos para llamar al diluvio, para que estos seres nos traigan en el pico una prueba de indigencia. 

Imagina que el cielo se llena de grietas y empieza a llover. 

El palomar es tu único destino y entras en él como si toda tu vida te hubieras preparado para hacerlo. El excremento y las plumas dificultan tus pasos. Recorres los senderos intrincados que rodean las pequeñas casas inundadas. Los nidos flotan como cestas arrojadas a un Nilo de aguas rojas; cada uno contiene un pichón niño que pía mientras se ahoga. 

Tus zapatos parecen barcas: se desarraigan para nunca más volver. Pateas los huevos llenos de mundos, los picos y los huesos de los pichones. Giras incansable en la lluvia y bailas sin detenerte. 

Solo bailas con todas las palomas y el diluvio es tu pareja.

***
Carlos López Degregori (Lima, 1952)

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