lunes, 10 de agosto de 2020

blanca varela / seis poemas










Puerto Supe

*

Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo, sombra veloz,
nubes de espanto, oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.

Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.

¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!

Allí destruyo con brillantes piedras
la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro escapa
y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.

Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación, un mismo tiempo
de chorreantes dedos y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.

Amo la costa, ese espejo muerto
en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.

Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre ciego
pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas.
En esta costa soy el que despierta
entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía,
el que no quiere ver la noche.

Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente en donde lloro a solas.

~

Del orden de las cosas

*

A Octavio Paz

Hasta la desesperación requiere un cierto orden. Si pongo un número contra un muro y lo ametrallo soy un individuo responsable. Le he quitado un elemento peligroso a la realidad. No me queda entonces sino asumir lo que queda: el mundo con un número menos.
    El orden en materia de creación no es diferente. Hay diversas posturas para encarar este problema, pero todas a la larga se equivalen. Me acuesto en una cama o en el campo, al aire libre. Miro hacia arriba y ya está la máquina funcionando. Un gran ideal o una pequeña intuición van pendiente abajo. Su única misión es conseguir llenar el cielo natural o el falso.
    Primero se verán sombras y, con suerte, uno que otro destello; presentimiento de luz, para llamarlo con mayor propiedad. El color es ya asunto de perseverancia y de conocimiento del oficio.
    Poner en marcha una nebulosa no es difícil, lo hace hasta un niño. El problema está en que no se escape, en que entre nuevamente en el campo al primer pitazo.
    Hay quienes logran en un momento dado ponerlo todo allí arriba o aquí abajo, pero ¿pueden conservarlo allí? Ése es el problema.
    Hay que saber perder con orden. Ése es el primer paso. El abc. Se habrá logrado una postura sólida. Piernas arriba o piernas abajo, lo importante, repito, es que sea sólida, permanente.
    Volviendo a la desesperación: una desesperación auténtica no se consigue de la noche a la mañana. Hay quienes necesitan toda una vida para obtenerla. No hablemos de esa pequeña desesperación que se enciende y apaga como una luciérnaga. Basta una luz más fuerte, un ruido, un golpe de viento, para que retroceda y se desvanezca.
    Y ya con esto hemos avanzado algo. Hemos aprendido a perder conservando una postura sólida y creemos en la eficacia de una desesperación permanente.
    Recomencemos: estamos acostados bocarriba (en realidad la posición perfecta para crear es la de un ahogado semienterrado en la arena). Llamemos cielo a la nada, esa nada que ya hemos conseguido situar. Pongamos allí la primera mancha. Contemplémosla fijamente. Un pestañeo puede ser fatal. Este es un acto intencional y directo, no cabe la duda. Si logramos hacer girar la mancha convirtiéndola en un punto móvil el contacto estará hecho. Repetimos: desesperación, asunción del fracaso y fe. Este último elemento es nuevo y definitivo.
    Llaman a la puerta. No importa. No perdamos las esperanzas. Es cierto que se borró el primer grumo, se apagó la luz de arriba. Pero se debe contestar, desesperadamente, conservando la posición correcta (bocarriba, etc.) y llenos de fe: ¿quién es?
    Con seguridad el intruso se habrá marchado sin esperar nuestra voz. Así es siempre. No nos queda sino volver a empezar en el orden señalado.

~

Valses

*

No sé si te amo o te aborrezco
como si hubieras muerto antes de tiempo
o estuvieras naciendo poco a poco
penosamente de la nada siempre.

Porque es terrible comenzar nombrándote
desde el principio ciego de las cosas
con colores con letras y con aire.

Violeta rojo azul amarillo naranja
melancólicamente
esperanzadamente
absurdamente
eternamente.

Una mujer joven y su hija muy pequeña (las recuerdo
perfectamente, la niña tenía un abrigo rojo sucio y pesa-
das botas de goma) me empujaron para ser las primeras
en presenciar el espectáculo.
Yo estaba en Bleeker Street, con un pan italiano bajo el
brazo. Primero escuché sirenas, luego cerraron la calle
que dejé atrás. Alguien se había arrojado por una ventana.
Seguí caminando. No pude evitarlo. Iba cantando.
“Mi noche ya no es noche por lo oscura”

A unos cuantos patos de esa esquina de esa casa, bajo
esa misma ventana alta y negra, la noche anterior había
comprado salchichas y cebollas. Era una noche muy
fría, tres muchachas tocaban jazz en la acera y un
escocés con barba, un escocés auténtico, llevaba por el
talle a una menuda japonesa. Parecían verdaderamente
enamorados.
Esta mañana también era muy fría. Había nieve sucia,
Irreconocible. Un ebrio dormía profundamente, como un
ángel, en la escalera de un sótano. Al lado, en la vitrina
de una tienda de modas, un formidable sol de cartón
sonreía.

Vienes entonces desde mis entrañas
como un negro dulcísimo resplandor
así de golpe.
Un río de colores entre sombras
sombras que me deslumbran
colores que me ciegan
criaturas del alma.

Naces como una mancha voraz en mi pecho
como un trino en el cielo
como un camino desconocido.

Mas luego retrocedes te agazapas
y saltas al vacío
y me dejas al filo del océano
sin sirenas en torno
nada más que el inmundo el bellísimo azul
el inclemente azul
el deseo.

“Juguete del destino”

El negro me dio el alcance.
—Give me a quarter.
—No hablo inglés, no tengo plata.
La palma de su mano extendida era rosada y la
línea de su vida parecía un corte, una cicatriz que
se perdía bajo el puñal deshilachado.
—No entiendo,
—Give me Money… Son of a bitch
Me alejé. Se quedó parado, con las piernas abiertas,
hundidas entre la nieve sucia, maldiciéndome.
Al voltear la esquina encontré la plaza desierta.

“Tú débil hermosura”

Hedores y tristeza
devorando paraísos de arena
sólo este subterráneo perfume
de lamento y guitarras
y el gran dios roedor
y el gran vientre vacío.

(¿Cuál de tus rostros amo
cuál aborrezco?
¿Dónde nací
en qué calle aprendí a dudar
de qué balcón hinchado de miseria
se arrojó la dicha una mañana
dónde aprendí a mentir
a llevar mi nombre de seis letras negras
como un golpe ajeno?)

Había un sol débil en Washington Square, muy débil.
Los árboles parecían alambres retorcidos y luego estira-
dos a la fuerza; como si los hubieran puesto entre dos
vidrios amarillos. Desde lejos me hacían pensar en 
delicadas columnas vertebrales de insectos. Bonita cosa:
huesos de insectos. El bar que había frente a casa estaba
cerrado con un inmenso candado negro. Me di cuenta de
que era domingo.

Siempre amé lo confieso
tus paredes aladas transparentes
con enredaderas de campanillas
como en Barranco cuando niña
miraba a una pareja besarse bajo un árbol.

Tras la ventana adorada de mi fiebre
mi enfermedad llena de espejos
donde yo era todo a un tiempo
el árbol la caricia
la sombra que ocultaba el rostro de los amantes
y la tarde abriéndose como una fruta otoñal
sobre el acantilado a la izquierda
como para enseñarme que el crepúsculo
llega primero al lado del corazón.

Hogueras en un huerto
donde las horas danzaban sin prisa.
El minuto era eterno.
¡Qué misteriosas voces!
¿Por qué cantaban entonces?

Esperé que cambiara la luz. Ningún auto venía. Sólo un
ciclista pasó cantando muy fuerte, con voz de tenor. Tenía
anteojos, una bufanda roja que flotaba, y la voz salía
como humo de su boca. La escuché hasta que se perdió,
cada vez más delgada y clara, en la larga y estrecha de depósitos clausurados.
La última palabra que escuché fue corazón. Era una
canción de Frank Sinatra.
La plaza continuaba desierta. Miento. Muy lejos, casi
junto al arco, exactamente entre la fuente y el arco
caminaba un ciego. Me di cuenta de que era ciego porque
llevaba un bastón blanco y tenía el aire de no ir a ninguna
parte. Me puse los anteojos para ver bien al ciego.
No me había equivocado, estaba dando vueltas alrededor
de la fuente

“En tu recuerdo vivo”

Desde lejos bajo el cielo del alma
donde nacen palabras que el amor ilumina
desde allí acostumbraba a cubrirte de joyas
hiriendo tu invisible descolorido seno
con mis dardos de fuego.

Con qué dulzura apartaba
ese velo de lágrimas ausentes
y descubría tu apretada boca
imaginando tu risa
el alba frente al puerto
las gaviotas tu bienvenida
el sol recién nacido
y los viejos perfumes del mar.

Todo era tuyo en ese cielo
maderas roja sal y un abrazo
de negras cuerdas que el viento rasga sin prisa.
Y peces y estrellas y medusas
y alguna barca con un nombre de niña
y la isla nacida tras el salto del bufeo.

Crucé la calle y sentí que el cielo era más oscuro a mi
derecha. A ese lado las torres eran más altas de Wall Street
parecían dibujadas con carbón, en un solo plano gris
lavado con delicadas manchas amarillas y rosas. Cuestión
de óptica, parecían un decorado de teatro.
Sabía que estaban muy lejos y, sin embargo, me parecía
también que se inclinaban peligrosamente sobre mi
cabeza.
Las puertas de vidrio giraron y reflejaron todo: la plaza,
El sol débil, las torres, el bar cerrado, el semáforo.
— Good morning Mrs Szyszlo.
—Buenos días Joe.
—Nice weather!
— Sí, Joe. Es un lindo día.

Hoy prisionera en tu vértigo gris
dentro de ti
no sé si te amo o si aborrezco
el rosa exangüe de tu carne
tu degollado resplandor
el río de ojos muertos que jamás te posee
su polvorienta melodía de guijarros
el verano de frutas corrompidas
tus llagas sin cubrir
el negro milagro de tu frente
hinchado de vacío
mendiga que me acosas con el corazón en los dientes
acusándome del crimen cometido en sueños.
No sé si te amo o te aborrezco
porque vuelvo
sólo para nombrarte desde adentro
desde este mar sin olas
para llamarte madre sin lágrimas
impúdica
amada a la distancia
remordimiento y caricia
leprosa desdentada
mía

~

Nadie sabe mis cosas

*

1
a ti capaz de desaparecer
de ser atormentado por el fuego
luminoso opaco ruin divino

a ti
fantasma de cada hora
mil veces muerto recién nacido siempre
a ti capaz de hacer girar la llave
de inventar el sol en un cuarto vacío

a ti ahogado en un océano de semejanza
náufrago de cada mañana
esclavo propietario de zapatos periódicos
algunos libros
tal vez padre o hijo
guardián de resecos jardines de aves de paso

a ti
observador de la tarde
infatigable lector del reloj del sueño
de la fatiga del tedio de la esposa
a nadie sino a ti

2
(cualquier hora del día)

en una hoguera extinguida
esa mujer sacrificada
cerraba los ojos y nos negaba la dicha de su agonía

3
y un perro una gota de lluvia una familia de paseo
como en un cuadro entraban para siempre en la memoria
una vuelta de tuerca y otra y otra un peldaño que cruje
siempre a la misma altura de la oscuridad
la dicha puede ser este brebaje oscuro el neón de las cinco
de la tarde la más esplendorosa verdad
así casi ciegos encontrando generosa como nadie la miseria
cruzando el muro invisibles
manos tan pálidas no han existido jamás en otras manos
ni tanto calor en tanto frío ni ojos tan llenos de otros
ojos contemplaron la tarde
y frente al mar negra ruina y portentosos círculos de
bruma
rodeándonos
y el rojo lengua río perro mosca y la tarde la reina de
desnudos
malvados brazos en su balcón de ceniza

4
(noche y descontento)

pitada cruel canción de ciego
la noche comienza a respirar
todo se aleja
todo se pierde

cárcel cine amarilla luna de farmacia
a las ocho a las nueve a las diez
convertido en un fantasma cruel besas a mil mujeres
acaricias sus senos para los otros
me das asco
y es esta náusea lo mejor de mi vida

5
(conversaciones insidiosas)

alguien dice tu nombre
—es un libro interesante y habla de un héroe
anónimo por cierto
hay una estrella azul al fondo de mi vaso
inagotable estrella
debe brillar en tus ojos cada vez que la miro
cómo debes reír para los otros
tú cordero disfrazado de cordero
tú lobo a solas
tú atrozmente niño
—los bellos pensamientos señores
no ocultan el perfume de la carne
hemos de transpirar en los museos como bestias
sumisas bestias en su rincón de terciopelo
—Picasso por ejemplo...

6
( tell me the truth)

dime
¿durará este asombro?
¿esta letra carnal
loco círculo de dolor atado al labio
esta diaria catástrofe
esta maloliente dorada callejuela sin comienzo ni fin
este mercado donde la muerte enjoya las esquinas
con plata corrompida y estériles estrellas?

7
hila su imposible claridad nuevamente la envenenada
sonrisa solar
¿sientes el divino salivazo sobre la bestia sientes el
hedor de la rosa sientes mi corazón sobre el tuyo?
más tarde será tarde cuando la soledad invente lo mejor
nuevamente tus labios tus ojos las ruinas de tus caricias
el mar de mi pecho
la soledad «estrella de mis noches»
nadie sabe de mis cosas

8
(pobres matemáticas)

cuando nada quede de ti y de mí
habrá agua y sol
y un día que abra las puertas más secretas
más oscuras más tristes
y ventanas vivas como grandes ojos
despiertos sobre la dicha
y no habrá sido en vano que tú y yo
sólo hayamos pensado lo que otros hacen
porque alguien tiene que pensar la vida

~

Identikit

*


la oscura materia
animada por tu mano
soy yo

~

Camino a Babel

*

I

un alma sí un alma que anduvo por las ciudades
vestida de perro y de hombre
un alma de gaznápiro

               pájaro errante que acostumbra anidar
               a la intemperie a la hora precisa de
               las catástrofes y de las grandes migraciones

pájaro de la urbe
pájaro de la cocina
escoria azul de la mañana que interrumpe
nuestras meditaciones nocturnas

un súbito un impensado un imperioso cacareo
de pajarraco solar encaramado en el árbol mañanero
que destila café instantáneo
y angustia
               hiel áurea amarga conciencia ausencia
               automática de dios inminencia de la mirada
               extraña y delimitadora
               orfandad amorosa

II

si yo encontrara un alma como la mía
eso no existe
pero sí la musiquilla dulzona y apocalíptica
anunciadora del contoneo atávico
sobre el hueco y el tembladeral

y la carne dormida
               sobresaltada
mar perseguido mar aprisionado mar calzado
con botas de 7 leguas
7 colores 7 colores 7
cuerpo arco iris
cuerpo de 7 días y 7 noches
que son uno
camaleón blanco consumido en el fuego
de 7 lenguas capitales

mar settimana

               cuerpo orilla de todo cuerpo

                pentagrama de 7 notas exactas

                repetidas constantes invariables

               hasta la consumación del propio tiempo

               ergo

               1     detén la barca florida

               2     hunde tu mano en la corriente

               3     pregúntate a ti mismo

               4     responde por los otros

               5     muestra tu pecho

               6     da de tu mar sediento

               7     olvida

                              amén

III

pero sucede que llegó la primavera y decidimos echar
               abajo techos y paredes sitio sitio para el cielo para
               sus designios dormidos con los animales a campo raso
               juntos el uno sobre el otro el uno en el otro.

soledad infinita del amor bajo toda luz.

y desperté a la mañana siguiente con su cabeza sobre mis
               hombros ciega por sus ojos       bianca alucinatta tutta.

a césar lo que le pertenece y al cielo la espalda sacudida
               por el amor y el temor y el tedio y la esperanza, etc.
pasó a toda máquina la primavera    pintando

la casa estaba intacta ordenada por sus fantasmas habituales.

el padre en el sitio del padre la madre en el sitio de la madre
               y el caos bullendo en la blanca y rajada sopera familiar
               hasta nuevo mandato

IV

y sucedió también que
fatigados los comediantes
se retiraron hasta la muerte
y las carpas del circo se abatieron ante el viento
implacable
de la realidad cotidiana.

y si me preguntan diré que he olvidado todo
que jamás estuve allí
que no tengo patria ni recuerdos
ni tiempo disponible para el tiempo.

que a veces
me despierta una mirada
que ávidamente se traga la oscuridad
y que esos ojos azules son restos de alguna luz
restos de algún naufragio
signos del deseo
y de la agonía del deseo.

y que nosotros
los poetas los amnésicos los tristes
los sobrevivientes de la vida
no caemos tan fácilmente en la trampa
y que pasado presente y futuro
son nuestro cuerpo
una cruz sin el éxtasis gratificante del calvario
y que no hay otra salida
sino la puerta de escape que nos entrega
a la enloquecedora jauría de nuestros sueños
nosotros o ellos
acertijo joker moneda perdida en el aire.
tibios temblorosos nonatos
sin estirpe ni prole             
dispuestos siempre.

V

aquí un alto en la jornada al escoger una marcha militar
               un sorbo de cualquier bebida gaseosa de preferencia
               cerveza cualquier necesidad física al aire libre      cigarrillos
               abandono y goma de mascar

VI

y cuando ya             
en el piso del vértigo como una tórtola de ojos dulces y rojos
                                             empollas
meciéndote en el andamio que cruje
qué puede importarte.
nada te toca
ni la nube cargada de eléctrica primavera
que envidiabas no hace mucho
ni el recuerdo satinado obsesivo
del pecho que te hechizaba desde lejos
ni los pregones callejeros
de la putañera fortuna
que te invitaba a bailar
                              algunas noches de ronda.
harta de timo y de milagros
de ensayar el trapecio hasta la parálisis
de la iniciación de cada día
de haberte tragado el sapo con la sopa
el sapo de la náusea pura
y el sapo de la náusea práctica
                              et alors.
ya no te queda nada
de los dones de las hadas
sino tu hipo melancólico
y tu ombligo pequeño y negro
que todavía no se borra
centro del mundo     centro del caos y de la eternidad
como las líneas de tu mano
por donde corren ríos inmemoriales
y cataratas de tus ojos al firmamento
como única urdimbre de la realidad
oro de lágrimas
y grima de oro
y tu lengua de mil traiciones
cerrada y dulcísima
como un dátil o una aceituna
como en las coplas de los ciegos
hay un relente obcecado de eternidad y miseria.

VII

ayúdame mantra purísima
divinidad del estómago y el píloro.

si golpeas infinitas veces tu cabeza
                                             contra lo imposible

eres el imposible
el otro lado
el que llega
el que parte
el que entiende lo indecible
el santo del desierto que se traga la lengua
el que vuelve a nacer forzando a la madre
                                                            de su madre
el nadador contra la corriente
el que asciende de mar a río
de río a cielo
de cielo a luz
de luz a nada.

***
Blanca Varela (Lima, 1925-2009) Poesía reunida 1949-2000. Ciudad de México: FCE, 2001.

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