jueves, 13 de julio de 2017

poemas liberados, 1

Tilo Nurmi
(Santiago de Chile, 1979)

Es curioso cómo se tejen las redes de conocimiento respecto a una expresión artística de nuestro interés: a través de una película y su banda sonora, es posible descubrir a nuestra nueva banda o canción favorita; a través de un escritor que cita sus influencias, descubrimos a nuestras nuevas lecturas de cabecera; y en ocasiones, es a propósito de la música que descubrimos no sólo a nuevas agrupaciones, sino además, a grandes poetas y/o letristas. Y fue precisamente a través de la música que cierta noche descubrí al poeta austríaco, Georg Trakl. El álbum Offenbarung Und Untergang (1999) de los músicos Étant Donnés y Michael Gira (Swans), musicaliza de manera excepcional los textos de un poeta hasta entonces para mi desconocido*. No fue amor, sino más bien, obsesión a primera escucha. Pocos días después ya tenía en mis manos la obra completa de quien es considerado iniciador del expresionismo literario, poeta apocalíptico y nihilista, un creador fuertemente influenciado por Hölderlin y Rimbaud. 

***

A los enmudecidos

Ah, la locura de la gran ciudad cuando al anochecer, 
junto a los negros muros, se levantan los árboles deformes 
y a través de la máscara de plata se asoma el genio del mal; 
la luz con látigos que atraen ahuyenta pétrea noche. 
Oh, el hundido repique de las campanas del crepúsculo. 

Ramera que entre escalofríos alumbra una criatura 
muerta. La ira de Dios con rabia azota la frente de los poseídos, 
epidemia purpúrea, hambre que rompe verdes ojos. 
Ah, la odiosa carcajada del oro. 

Pero una humanidad más silenciosa sangra en oscura cueva 
forjando con metales duros el rostro redentor.

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An die Verstummten

O, der Wahnsinn der großen Stadt, da am Abend
      An schwarzer Mauer verkrüppelte Bäume starren, 
      Aus silberner Maske der Geist des Bösen schaut; 
      Licht mit magnetischer Geißel die steinerne Nacht verdrängt.
      O, das versunkene Läuten der Abendglocken.
Hure, die in eisigen Schauern ein totes Kindlein gebärt.
      Rasend peitscht Gottes Zorn die Stirne des Besessenen,
      Purpurne Seuche, Hunger, der grüne Augen zerbricht. 
      O, das gräßliche Lachen des Golds.
Aber stille blutet in dunkler Höhle stummere Menschheit,
      Fügt aus harten Metallen das erlösende Haupt.

***
Georg Trakl (Salzburgo, 1887-Cracovia, 1914)
Versión de Helmut Pfeiffer

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Imagen: Tilo Nurmi por Valentina Mendiburo (en Estaciones)

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* La canción aludida por el poeta aquí

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