lunes, 3 de diciembre de 2018

eleonora finkelstein / tres poemas










Niños

*

1.
Igual que Ginsberg, Patti Smith,
yo también pensé que eras un chico.
Fue la primera vez que te vimos:
Allen en el Chelsea Hotel, en los 70, creo.
Yo, en una foto, en la década siguiente.
Soñé que dormíamos juntas.
Me pegaba a tu espalda
y era la noche, como siempre,
algo parecido a una cabalgata.
Entonces, me despertaba para dibujar
un retrato tuyo con un lápiz negro.
Un lápiz como una rienda, que cuando quería
se volvía blanco para iluminarte el cuello.
Era un camino largo donde pasaban los caballos
galopando hacia tu cabeza sin salida:
en uno iba montada yo.
En ese mismo sueño me salía del cuerpo
y miraba de lejos mi nuca rubia con el pelo revuelto.
Estaba dormida sobre un papel que tenía tu cara de chico.
Al otro día y al otro, repetía tus gestos y tus actos.
Por ejemplo, me corté el pelo frente al espejo
con una tijera desafilada y un cuchillo de cocina.
El efecto fue grandioso: escribí poemas.

2.
Por aquel tiempo besé a dos mujeres
las únicas de toda mi vida
(éramos solo niñas),
Blanca e Inmaculada se llamaban.
—Una de las dos afirmaciones anteriores es falsa—
También, para andar a tu ritmo,
tuve un novio gay tan guapo.
Un artista trágico, el más guapo.
Sus ojos eran igual de verdes
y abiertos como lagos.
Bautista se llamaba (vaya nombre)
y andaba traficando agua bendita.
—Una de las dos afirmaciones anteriores es verdadera—
Me adoraron, pero nunca fue suficiente.
Ellas lloraron por mí. Pidieron
por la salvación de mi cuerpo (¿o de mi alma?).
Él, como prueba de su amor, pasó una noche entera
acariciándome los brazos destrozados.
—Todo lo que afirmo es verdadero y falso al mismo tiempo—

3.
Estas son de las buenas historias de mi vida
y digo sus nombres para que me crean a pesar de todo.
Porque no era fácil seguir aquellos pasos.
El arte nos fregó, dijo Bautista en su lecho de muerte.
Blanca asintió: triste pero cierto. Inmaculada
se volvió negra, así, frente a nuestros propios ojos.
—Es verdad, lo juro, es falso—.
Éramos niños, querida, claro
y todavía no ha cambiado nada.
Seguimos creyendo en los milagros y somos
inestables como sueños. Hipersensibles:
estamos hablando de caballos.

~~~

Todo el resto

*

a la memoria
de Guillermo Motti


1

Lejos de mí, de Alejandría.
Morirse balbuceando
algo de Justine.
Algo, acerca del amor y cosas
peores todavía.

Ay, aquellos tiempos
cuando trabajábamos
y trabajábamos como hormigas
desvelados en puras inutilidades.

Un poco más flaco y ya estás muerto,
le decía y enterraba
mi dedo en sus costillas.
Gramo más, gramo menos,
ahora ya estás muerto.

2

No sé. No estoy segura.
Podría saludar esos huesos felices
si pasaran volando
como pájaros prehistóricos
con ruido de articulaciones.
Podría incluso saludar a la bandera.
A cualquier bandera
mientras las cosas fueran lo que son.
Pero tampoco estoy segura.
Y ahora no sé dónde encontrarte
manchado de tierra persistente o rojo vivo.
Colgado de vos mismo en el esqueleto
de siempre y sin embargo nuevo
cada tanto,  cada poco. Creo.
Pero no sé y me horroriza, me horroriza
como si hubiera muerto un niño.

Sólo la ciudad es real.
Sólo la literatura
y este ardor en la garganta
y mi manera de adorar el suelo
como si a esa altura existiera el paraíso.

Pero sólo la ciudad es real.
A veces, la literatura.

3

Quizá recién ahora se trata
del último suspiro,
del asma o de la marihuana,
de la transformación definitiva.

Existe y no está allí,
se puede tocar y en verdad no.
¿Lo vemos, no lo vemos?  No sé.
No estoy segura.

Sólo la ciudad es real
y la suela del zapato.
Sólo la literatura y el ardor
en la garganta.

Acaso podamos posar la mirada
sobre la superficie de las cosas.
Acaso hacer callar
el silencio que nos rodea.
Acaso perder la compostura y gritar,
incluso morir,
y el tipo que muere en este caso,
en serio,
ese sí que estaba loco.

~~~

Abisinia

*

Aquí vine a fracasar
algunos dicen
que prematuramente.
Pero no es así.
Si vas a fracasar, lo mejor
es que sea lo antes posible.

***
Eleonora Finkelstein (Mar del Plata, 1960)

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