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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.

jueves, 20 de abril de 2023

carlos lópez degregori / dos poemas













A qué sonará una voz

*

A qué sonará una voz que nadie oyó durante años.
A nada sonará.
 
Y      es probable que ya no sea voz,
guarde palabras de un idioma que no existe
y multiplique
charcas, errores, mataduras.
Te atormentara. Perdieras lo sabio
                   perfecto de escribir:
tu bosque, tu pozo
          al centro de la tierra.
Y      trocaras un año entero por la voz:
los dedos por la mujer que gime en cañerías,
el pie por el que afila y afila implacable,
todo por la rueca, el cepo, el organillo.
 
Y      eso fue la voz.
La seguiste dispuesto a sucumbir
si así estaba escrito:
el oído que se interna en la pared,
el ruido que sale de la boca
y todo lo hace trizas.
Y      por un momento tú temblaste
porque al fin la alcanzabas
y torva, sucia
era sólo voz.
 
Voces articuladas al revés.
 
Voces en falso de centinelas
y de estacas.
Murmullos para el último vidente,
cráteres,
lenguas reventadas.
 
Y nada dicen porque tardan un segundo.
Y nada porque suenan miles de años.

~

Y decidí remontarme al ruiseñor

*

Y      decidí remontarme al ruiseñor
para que la vida surgiese con el canto.
Ruiseñor que no soy
que no seré.
Pájaro limpio y perfecto en el bosque,
hermoso como una chispa entre las fieras.
Y      no pudiste ser otra mi canción
aunque ahora discurras sin la justeza de otro tiempo
desgastada por poetas,
los árboles, los labios.
 
Ruiseñor melodioso:
voz sacrificada en el verano
como nunca
más sangre no fatigó el corazón.
Y      mis años
veintiséis
iguales a tu canto,
iguales a una tarde calurosa
en la que el único riesgo era contemplarse.
 
Pero tu canto no importó.
 
Y      luego ni tu canto
sino que eras aire
y el aire el pánico que tenía a respirar
porque todo marcaba un veinticuatro de febrero.
 
Ruiseñor
ya talo el bosque.
Multiplico, convoco al hechicero.
Construyo una jaula o una cama.
 
Y es probable que te clave
allá en Roma,
me haga viejo de escuchar.
Te ciegue para hacer más hermosa la canción
o fabrique un simulacro:
un pájaro mecánico que estalle
ante un emperador reblandecido.
 
Pero decidí remontarme al ruiseñor
y es lo importante.
Aunque veintiséis años no surgiesen limpios
y todo terminara en un pájaro ceniza,
en una jaula vacía,
en una cama.

***
Carlos López Degregori (Lima, 1952)

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