¿Qué es tener una casa? ¿Es acaso tener una posibilidad de lugar? ¿Es la casa un interior o un exterior? ¿Es la casa una rutina? ¿Es la casa una cárcel? ¿Es todo lo contrario a lo que se dice ser? ¿Podemos vivir sin casa y, a la vez, sin un sentido de ella? ¿Acaso nos bastamos con imágenes mentales para continuar ahí? ¿Si en lugar de pensarnos entre heridas y tatuajes, y buscar la sanación en las ciudades o en los libros, buscáramos la sanación dentro de nosotros, como un resplandor de un mundo que no amamos y que no nos ama, nuestra casa se iría construyendo de un material tan duro como la piedra, tan fuerte como el agua, un material hecho de perdón? ¿Acaso nuestra casa solo se habita de aquello que queremos que nos acompañe en nuestra memoria? Aunque estén harapientos y descoloridos, esos escombros, no lo olvides, están conformados por lo que hacemos, lo que somos y lo que soñamos. Tener una casa es tener escombros de lo que para otros fue una casa, NO LO OLVIDES.
Nicolás López-Pérez (Rancagua, 1990)
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