martes, 24 de abril de 2018

ida vitale / cinco poemas










Accidentes nocturnos

*

Palabras minuciosas, si te acuestas
te comunican sus preocupaciones.
Los árboles y el viento te argumentan
juntos diciéndote lo irrefutable y
hasta es posible que aparezca un grillo
que en medio del desvelo de tu noche
cante para indicarte tus errores.
Si cae un aguacero, va a decirte
cosas finas, que punzan y te dejan
el alma, ay, como un alfiletero.
Sólo abrirte a la música te salva:
ella, la necesaria, te remite
un poco menos árida a la almohada,
suave delfín dispuesto a acompañarte,
lejos de agobios y reconvenciones,
entre los raros mapas de la noche.
Juega a acertar las sílabas precisas
que suenen como notas, como gloria,
que acepte ella para que te acunen,
y suplan los destrozos de los días.

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La palabra infinito

*

La palabra infinito es infinita,
la palabra misterio es misteriosa.
Ambas son infinitas, misteriosas.
Sílaba a sílaba intentas convocarlas
sin que una luz anuncie su dominio,
una sombra señale a qué distancia de ellas
está la opacidad en que te mueves.
Van a algún punto del resplandor y anidan,
cuando las dejas libres en el aire,
esperando que un ala inexplicable
te lleve hasta su vuelo.

¿Es más que su sabor el gusto de la vida ?

~~~

Residua

*

Corta la vida o larga, todo
lo que vivimos se reduce
a un gris residuo en la memoria.

De los antiguos viajes quedan
las enigmáticas monedas
que pretenden valores falsos.

De la memoria sólo sube
un vago polvo y un perfume.
¿Acaso sea la poesía?

~~~

Sueño en campo nudista

*

En Jungborn, en el Harz,
hay colinas y un prado,
y en lo verde, cabañas.
Con cautela, Kafka abre la puerta de la suya.
No le agrada la idea de ver aproximarse
algún cuerpo desnudo
de los que a veces pasan.
Bajo la poca luz, hay tres conejos
que lo miran, quietos.
¿Adustos? Vienen quizás a reclamarle, a él,
que está vestido, la intromisión
de lo innatural en lo natural:
gente desnuda junto a castos conejos,
arropados en su pelaje suave,
«variegati» diríamos, si ellos fuesen
tres plantas que han optado por moverse,
pero por un segundo estarán quietas.
El aterrado Kafka olvida sus pulmones
y entra a soñar mi sueño.

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Islandia, 2000

*

Ceibos, ceibas, solamente una letra
marca la clara diferencia.
Rojos ceibos y verdes ceibas reinan,
como saúcos, sauces y cipreses,
en la dichosa incandescencia usual
de un sur lleno de cantos y colores.
En Islandia, la isla azul y blanca,
no hay pájaros, tan sólo aves marinas,
ningún canto, pero sólo el de las manos,
manos que mueven no todas las piedras
para que el musgo nazca y el verde
empiece a cantar, entonces suave.

***
Ida Vitale (Montevideo, 1923)

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