jueves, 12 de septiembre de 2024

armando uribe arce / crisis de la vida política













Henos aquí, en la ratonera
del país que es un gato arestiniento
a la espera de vernos
acercarnos el queso y roerle la cáscara
para el zarpazo darnos en el cuello
y en seguida comernos, y al osario.

Estamos no pertenecemos
al país donde estamos ¡ésta no es norteamérica!
y sin embargo hay edificios tal como en las postales
de después de la crisis de wall street
(se pronuncia guolstrit), éste es el caso:
se produjo la quiebra de todo el golpe universal
de estado, estamos entre los escombros
que quedaron, las féminas con cintas de colores
se pasean con tacos aguja sus abuelas con palillos
tejen cartílagos y sus amantes de camisa con rayas
ya no usan pantalones y lucen espinillas atractivas
y los sexos se creen carismáticos.

La dictadura
no fue un error, tiene apellidos
como colas de rata o lagartija,
y su elenco de honor para asesinos
los regocija todavía, y dura
indefinidamente; no fue un malentendido
sino la voluntad de pasar una lija
de hierro por encima de los niños.

El siniestro, el grotesco, el que conjuga
palabras al revés, y convierte a los hombres
en mujercitas asustadas de las sombras
de la noche, en siluetas recortadas
con tijeras negruzcas homicidas,
y a las mujeres en mujer con barba,
ésa no muere. Mueren los poetas, los artistas
y los adolescentes; posan
para su pésima posteridad los torpes
ridículos y sórdidos malvados con su murga.

Viejas atrocidades: novedosas
ex abominaciones: las componen:
latigazos del muslo al coxis: bandas
de acero al rojo blanco en los tobillos:
tatuajes de idiogramas en los senos:
sean de hombre o mujer: así se hicieron
las fortunas que hoy sirven a los hijos
de los torturadores y a las santas
madres para las lápidas que ponen
sobre sus tumbas repletas de cosas.

Este país que ya no existe
necesita las voces más que nunca
quejosas de sus hijos los mejores
bien enterrados bajo mala historia
los cuales se alzan y en sus magros codos
de hueso astillas de ceniza gritan
el país ya no es mío se ha acabado.

Me regalaron una máscara
negra de seda negra con los flecos 
negros también. Nunca la usé.
Se pudrió en un cajón.
Conmigo, como condecoración
de lo que fui: antifaz; ¿y usted?,
que me oye tan atento mientras masca
un hueso mío, ciérrese el marruecos.

"Me fastidia el país en el que me han hecho
nacer, y en el que muero día a día.
En él, cuando vivía, en él moría
deshecho, en el país de los desechos".

***
Armando Uribe Arce (Santiago de Chile, 1933-2020)

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