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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.

sábado, 20 de septiembre de 2025

marguerite duras / cesarea













Cesarea
Cesarea
Así se llama el lugar
Cesarea

Cesarea

Sólo queda la memoria de la historia
y esa única palabra para nombrarla
Cesarea
La totalidad.
Sólo el lugar
Y la palabra.

El suelo.
Limpio.
De la polvareda de mármol
mezclada con la arena del mar.

Dolor.
El intolerable.
El dolor de su separación.

Cesarea.
Aún se llama el lugar.
Cesarea
Cesarea.

El lugar es llano
frente al mar
el mar está al final de su curso
golpea las ruinas
siempre fuertes
aquí, ahora, ya frente al otro continente.
Azules las columnas de mármol azul, arrojadas allí frente al puerto.

Todo destruido.
Todo ha sido destruido.

Cesarea

Cesarea.
Capturada.
Raptada.
Conducida al exilio sobre la nave romana,
reina de los Judíos,
señora reina de Samaria.
Por él.

Él.
El criminal.
El destructor del templo de Jerusalén.

Y después repudiada.

Aún se llama así el lugar
Cesarea
Cesarea.

El fin del mar
El mar que golpea contra los desiertos

No queda sino la historia
El todo.
Sólo este trozo de mármol bajo los pasos
Esta polvareda.
Y el azul de las columnas hundidas.

El mar ha triunfado sobre la tierra de Cesarea.
Las calles de Cesarea eran estrechas, oscuras.
Su frescura arrojada sobre el sol de las plazas,
Al arribo de los barcos
y la polvareda de los rebaños.
En ese polvo
se ve aún, se lee aún el pensamiento
de la gente de Cesarea
el trazado de las calles de los pobladores de Cesarea.

Ella, reina de los Judíos.
Regresa.
Repudiada.
Perseguida
Por razón de Estado
Repudiada por razón de Estado.
Vuelve a Cesarea.
El viaje por mar en la nave romana.
Fulminada por el intolerable dolor de haber sido abandonada,
por él, criminal del templo.

En el fondo el navío reposa entre las gasas blancas del duelo.
La noticia del dolor estalla y se derrama sobre el mundo.
La noticia recorre los mares, se derrama sobre el mundo.

El lugar se llama Cesarea.

Cesarea.

Al norte, el lago Tiberíades, los grandes patios de San Juan de Acre
Entre el lago y el mar, Judea, Galilea.
Alrededor, campos bananeros, maizales,
naranjales,
los trigales de Galilea.
Al sur, Jerusalén, hacia Oriente, Asia, los desiertos.

Era muy joven, dieciocho años, treinta años,
dos mil años.
Se la han llevado.
Repudiada por razón de Estado.
El Senado habló del peligro de un amor así.

Arrancada de él
De su deseo.
Muere.

En la mañana frente a la ciudad, la nave de Roma.
Muda, blanca como tiza, aparecida.
Sin pudor.

En el cielo de pronto el estallido de cenizas.
Sobre ciudades llamadas Pompeya, Herculano.

Muerta.
Lo destruye todo
Muere.

El lugar se llama Cesarea
Cesarea
No hay nada más que ver. Sino el todo.

Hay un pesado verano en París.
Frío. De bruma.

***
Marguerite Duras (Saigón, 1914 - París, 1996)
Versión de Jacqueline Goldberg

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