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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.

jueves, 24 de abril de 2025

cristian leontic / tres poemas













Paseo para maratonistas

*

Nadie se ha muerto porque el cielo le caiga encima.
Sin miedo, entonces, pon tus ojos en un telescopio
y zambúllete en esa inmensidad.
Dejarás, en parte,
de estar en un cuerpo, de pertenecer a este lugar.

Existirás en un espacio distinto,
sin peso, gobernado por el silencio,
donde la vida humana no tiene significado.

Comprenderás que todo lo cercano
está demasiado lejos a la vez,
pero en una zona anterior a la sangre
en la que habitan otras preguntas.

No te distraigas,
sumérgete,
bucea y retiene todo lo que percibas,
todo lo que veas,
en ese banquete celestial.

Captarás que esa tumba y espejo
                    que todavía se burla y expande
tiene otra melodía, otra cadencia.

Perplejo, si haces caso,
probablemente salgas a caminar.

~

Ítaca nos dio un bello viaje

*

La casona estaba vacía y nos metimos por una ventana de atrás
y lo primero que hicimos fue acostarnos en esa cama inmensa
que parecía un potrero donde soñamos despiertos
que éramos los dueños de esos pastos,
mientras mirábamos unos cuadros que parecían erizos de mar.
Fue entonces que de volados se nos ocurrió colgarnos de unas lámparas
macizas y doradas, y para agrandarnos la locura sacar unos botellones
de la licorera que eran como huracanes o tsunamis
o algo parecido a un pinchazo de lujo en las venas.
Y cuando salimos del cascarón, prendidos como el sol,
llamamos a unas amigas del barrio nuestro al que tanto adoramos,
donde un perro muerto es un asado,
donde cortamos un pescuezo si es necesario.
La Nati, la Zury, Cloe la Mujer Araña y la estruendosa Rebeca.
Cumplieron las fiesteras: llegaron ligeras como el aire.
Nos besamos todos al voleo y se nos movió el piso
y el Rucio Restini hizo sonar su acordeón de botones
y después de bailar a lo gitano y meternos mano
como hacían los griegos y los romanos
y de revolcarnos hasta el delirio y el cansancio,
nos lanzamos todos de cabeza como cohetes
a esa piscina olímpica de aguas cristalinas y profundas
que para nosotros era un acantilado;
sí, nos queríamos quedar a vivir allí.
Pero sólo porque amodorrados
por la opulencia y el trago
veíamos a las estrellas como focos de un cabaré
o como los faros de retorno a nuestro mundo.

~

Cirugía artesanal

*

En pabellones, monumentos, ruinas
            o a campo abierto,

a este lado de la mampara o del otro,
detrás de cada poema,

vigilante,

hay otro poema,
esperando ser bordado
por la aguja del ruido y el silencio: un bisturí.

***
Cristian Leontic (Santiago de Chile, 1972)
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