viernes, 20 de septiembre de 2024

eucanaã ferraz / tres poemas













Letra

*

Como si yo mismo dijese,
como si yo mismo afirmase
(empieza con yo, mi nombre)
que soy lo que me nombra:

lugar de no ser todavía,
sólo tan solo prometido,
proyecto de geografía
para pasado mañana.

Mi nombre no soy ahora,
vivo en el mundo futuro.
Mi padre me dio ese nombre
sin que yo pudiese hacerlo.

Mal puedo escribirlo bien
en los documentos que lo piden.
No existo en mi nombre,
cosa que vive sin mí.

Él se dice siendo yo,
este nombre que me afirma,
pero lo que en él me apunta
es también lo que me acusa

de yo no ser lo que él dice.
Querría vivir sin nombre,
ser lo que soy: yo-nadie.
Me llamasen – ¡eh, tú! –

y yo me reconocería,
perfectamente no siendo
sino una cosa libre
de lo que jamás prometí.

Pero a la cara está pegada
(ciertas tintas no se borran)
esta placa, este engaño
a la orilla de mí-carretera.

Si tierra, soy tierra a tierra,
el ahora sin vaticinios
de un norte en el que miel y leche
chorreasen fáciles, sin dolor.

Sólo existo en suelo estrecho,
en unos versos de amor y muerte,
palabras dichas en la oscuridad,
fósforo, pozo, tú.

Soy el exiliado del nombre
que cargo, viceversa,
sin haber visto nunca la patria
que miento cuando me digo

toda vez a que respondo:
cómo te llamas?
Voy a los libros, no lo encuentro.
Pregunto. No está en el atlas.

Y el infinito infinito.

La tierra estará extendida
cuando esté concluida.
Entonces, viviré ahí,
bajo ella, dentro de ella,

sin ser yo, sin yo, no ser.

~

Ala

*

Los dioses, cuando existiesen,
tendrían seguramente ese rostro
donde exulta la juventud.

Palabra tan desvariada,
juventud, juventud,
pájaro de tantos colores.

Sin embargo, ¿por qué será?,
el pájaro dulce canta
pero canta en silencio y es triste,

inconsciente tal vez
de que el mundo le pertenece
pero es necesario quererlo.

Y dudas brotan
en cada hilo de cabello
alborozado en el viento.

Sus ojos, tan sorprendidos,
Se cierran siempre que alguien
humanamente diría

(la bebida ayuda mucho)
que estoy loco, que te amo,
como en un sueño dorado,

como en una película barata,

que yo estoy enamorado
o alguna cosa así,

una cosa bien terrena,
pero que embelesa, que arrebata:
cigarro, canción, poemas.

Hubiese habido ese tiempo
De los hombres y dioses juntos,
yo bien sé cómo sería,

azul y dolor de manos dadas.

~

Lugar ninguno

*

Me dijiste que en mis brazos tu pareces
un niño yo dije que en tus brazos
yo soy un niño yo podría haber dicho

traigo en la mano un girasol un libro
un violín yo debería haber dicho yo no dije
soy un cesto tejido con tus cabellos

soy el pez rojo en el acuario
de Matisse yo diría además pero
dejé que sólo la respiración dijese

que yo era la presencia lejana de la marea
por entre los piñeros de Curitiba
un niño sí un grano de mostaza

una tarima en Braga blanca y blanca
yo despertaba en Ámsterdam bajo la nieve
parecía más pequeñita una sílaba

esperando a una sílaba que la tarde
traía entre dientes menudos todo
bajo el lazo a punto de desatarse y caer

a la manera de un vaso que se rompe
pero por ahora nada tenía peso nada
era grave y el tiempo sin las horas

nunca supo de nosotros ahí donde el mundo

permanecería de aquel modo suspendido
perfecto.

***
Eucanaã Ferraz (Rio de Janeiro, 1961)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez

/

Letra

*

Como se eu mesmo dissesse,
como se eu próprio afirmasse
(começa com eu, meu nome)
que sou o que me nomeia:

lugar de não ser ainda,
solo tão só prometido,
projeto de geografia
para depois de amanhã.

Meu nome não sou agora,
moro no mundo futuro.
Meu pai me deu esse nome
sem que eu pudesse fazê-lo.

Mal posso escrevê-lo certo
nos documentos que o pedem.
Não existo no meu nome,
coisa que vive sem mim.

Ele se diz sendo eu,
este nome que me afirma,
mas o que nele me aponta
é também o que me acusa

de eu não ser o que ele diz.
Queria viver sem nome,
ser o que sou: eu-ninguém.
Me chamarem – ei, você! –

e eu me reconheceria,
perfeitamente não sendo
senão uma coisa livre
do que jamais prometi.

Mas à cara está colada
(certas tintas não se apagam)
esta placa, este engano
à beira de mim-estrada.

Se terra, sou terra a terra,
o agora sem vaticínios
de um norte em que mel e leite
jorrassem fáceis, sem dor.

Só existo em chão estreito,
nuns versos de amor e morte,
palavras ditas no escuro,
fósforo, poço, você.

Sou o exilado do nome
que carrego, vice versa,
sem ter nunca visto a pátria
que minto quando me digo

toda vez a que respondo:
como é que você se chama?
Vou aos livros, não encontro.
Pergunto. Não está no atlas.

E o infinito infinito.

A terra estará cumprida
quando estiver concluída.
Então, morarei ali,
sob ela, dentro dela,

sem ser eu, sem eu, não ser.

~

Asa

*

Os deuses, quando existissem,
tinham decerto esse rosto
onde exulta a juventude.

Palavra tão desvairada,
juventude, juventude,
pássaro de tantas cores.

No entanto, porque será?,
o pássaro doce canta
mas canta em silêncio e é triste,

inconsciente talvez
de que o mundo lhe pertence
mas é preciso querê-lo.

E dúvidas desabrocham
em cada fio de cabelo
alvoroçado no vento.

Seus olhos, tão espantados,
fecham-se sempre que alguém
humanamente diria

(a bebida ajuda muito)
que estou doido, que te amo,
como num sonho dourado,

como num filme barato,

que eu estou apaixonado
ou alguma coisa assim,

uma coisa bem terrena,
mas que enleva, que arrebata:
cigarro, canção, poemas.

Tivesse havido esse tempo
dos homens e deuses juntos,
eu bem sei como seria,

azul e dor de mãos dadas.

~

Lugar nenhum

*

Me disse nos meus braços você parece
um menino eu disse nos seus braços
eu sou um menino eu podia ter dito

trago pela mão um girassol um livro
um violino eu devia ter dito eu não disse
sou um cesto tecido com seus cabelos

sou o peixe vermelho no aquário
de Matisse eu diria ainda mas
deixei que só a respiração dissesse

que eu era a presença longínqua da maresia
por entre os pinheiros de Curitiba
um menino sim um grão de mostarda

um sobrado em Braga branco e branco
eu despertava e Amsterdã sob a neve
parecia mais pequenina uma sílaba

à espera de uma sílaba que a tarde
trazia entre dentes miúdos tudo
sob o laço prestes a desatar e cair

à maneira de um copo que se parte
mas por ora nada tinha peso nada
era grave e o tempo sem as horas

nunca soube de nós ali onde o mundo

permaneceria daquele modo suspenso
perfeito.

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