Ignoro cómo participar de esta franquicia respiratoria,
o si presentarme a un evento forestal con el rostro
cubierto de granizo.
Mientras hablamos, una frase de la conversación
se viraliza —como un snack
circulando en condiciones extremas de sociabilidad.
En cambio, sé nadar entre las góndolas de un súper
a contracorriente, hasta llevarme todos los aplausos
a esa línea
donde se aprende a pensar bajo el agua.
Visto desde la perspectiva de una deuda olvidada,
mi sistema nervioso
era una performance de la desilusión; y nuestros sueños,
el resultado de una encuesta.
Con un chicle vuelve la canción: “siempre fui para mí
una sesión espiritista en el jardín / y ahora soy
mi propio bullying”.
Y puede parecer un tecnicismo populista,
pero no.-
Aníbal Cristobo (Buenos Aires, 1971)
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