Celaje naranja
*
Pertenezco a la tribu de los que escuchan
en el celaje naranja las llaves del misterio,
resonancias entre el objeto y la palabra
con el lazo simple de lo que espuma
en los espacios blancos de la página.
Algo vuela y cae en tierra, auscultadas
las mínimas sonoridades entre las grietas.
Reconocerse es trabajo silencioso en soledad.
El celaje atraviesa la concavidad del cielo
abanicando salvajes naranjas y turquesas
arenas oro en la rugosidad del césped,
donde meditas y alzas la mirada bien arriba,
mientras rebuscas en los fondos de memoria
rastros de rostros
puntas de lo poco quieto
los focos percutantes del deseo
la voz del padre
a la hora del grillo.
~
Desarraigo
*
No es igual irse a permanecer.
La raíz confina nuestros pasos.
Lo extrañamente ajeno viene abriendo cauce.
Admite su fragilidad
el agotador vaivén cuando intentas preservarlo
en ese volver con las manos vacías
con la vista puesta más allá.
Ahora sabes nombrarle desarraigo
resonando sobre la baldosa floja de tu calle
a la misma hora de la partida.
Sólo tú los reconoces
en su asomar desafiante en este septiembre
cuando cuentas los rostros de quien se fue
de quien no llega,
de otros que se alistan para partir,
porque todo ya les es extrañamente ajeno.
Edda Armas (Caracas, 1955)
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