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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.

jueves, 8 de diciembre de 2022

silvia rosa / qué desperdicio esta cotidianidad













Qué desperdicio esta cotidianidad
vaciada de ternura, desnuda
piedra que nos rebota en contra, mirada
de horizonte domesticado seco

(y yo que construía
geometrías golosas de palabras
para hacer menos soso
el golpeteo mecánico
de la lengua contra los dientes,
al modo de los niños
intentaba el juego repetido
-serio- de apretarse
ahora y siempre como si
no hubiese una secuela)

qué desperdicio la muerte blanca muda
de un día para otro idéntico de pequeñas
luciérnagas de felicidad intermitentes, aplastadas 
en la oscuridad de un tiempo tan distraído que
incluso la banalidad de la nada 
tendría quizás un sabor menos mezquino

***
Silvia Rosa (Turín, 1976)
Versión de Antonio Nazzaro

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Che sperpero questa quotidianità

*

Che sperpero questa quotidianità
svuotata di tenerezze, nudo
sasso che ci rimbalza contro, sguardo
d’orizzonte addomesticato asciutto

(e io che costruivo
geometrie golose di parole
per rendere meno scialbo
il battito meccanico
della lingua contro i denti,
al modo dei bambini
provavo il gioco ripetuto
‒ serio ‒ di stringersi
ancora e sempre come se
non ci fosse un seguito)

che sperpero la morte bianca muta
da un giorno all’altro identico di piccole
lucciole di felicità intermittenti, schiacciate
al buio di un tempo così distratto che
persino la banalità del niente
avrebbe forse un sapore meno gretto.

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