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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.

domingo, 27 de diciembre de 2020

nicolás arce berríos / un poema

Muda su piel, muda sus ojos: ya no le servían. Mira las marcas que la vida dejó. Nota que hay un espacio sin herida, sonríe, se enoja y grita. Rompe y azota su piel contra su cuerpo, juega con sus ojos, mira el efecto.

Decide explotar (se), se toca, cada parte. Sin tener piel resbala y desliza sus dedos contra sí mismo. No quiere más, Quiere un N(h)ombre. El Dios le oye, lo mira y juzga. Dios no debería juzgar, solo es un Dios, no un hombre. Quizás alguien lo ame. Insomne le dice a Dios que le tiene envidia y que por eso no es un Dios. Los Dioses son perfectos, pero Dios le tiene envidia por poder mentir. Se abre un hueco en el pecho y siente clarear ese inmundo sentimiento.

El desfallecimiento guarda marcas, guarda nombres. Cercena sus D e d o s. “Bastardo”, escribe en un papel, y se lo pega con saliva en la espalda dada vuelta. -Te desprecio pequeña noche, tormenta. Hablar toda la noche de ti, como te llevaste el dolor de mi ahogo-. Cada parte llora y brotan raíces. La eternidad es una noche negra. Buscas los huesos de aquel que alguna vez amaste, te buscas y lloras. Lloras. Rompe su velo; no hay piel, sólo úlceras. ¿Cuál fue el instante en que las sílabas ya no eran un horizonte? No me ignores. Tantas noches de hambre, tantas noches, 100 noches en que me ha observado ese pájaro negro. 100 noches pálido.

Con brusquedad te busqué bajo las piedras y terminé rasgando mis venas. Me han culpado. No he ignorado tu frío. Respiro lento. Ciego. Dios le tiene envidia por poder morir, su única muerte es el hombre. ¿Dios?, no tienes derecho a sufrir, pero deberías. Ya no me quedan más de esos, Dios dice el/él/ello/ ella. Quiere morir, no puedo si me miras. Dios se aleja de la noche y esta le sigue.

¿Por qué la noche no querrá seguirme? ¿Es porque te amé? No me escucha, nada lo hace, quiero correr, pero ya no hay piernas. ¿Cuándo el cuerpo dejó de ser de mi madre para ser mío? Sé que es mío, pero todos lo niegan, si fuera mío podría morir y matar. Y ahora no puedo ni pararme sobre mí mismo. Ya no hay noche, aun así, todo está oscuro. ¿Será mi egoísmo tapándoles el sol a los demás? Nadie debería ver el sol. Quisiera ser el sol, ser la noche. Hundirle la columna.

Tirarlo y desearle la muerte <<<<>>>> durante 18 años.

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Nicolás Arce Berríos (Santiago de Chile, 2001)

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