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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.
miércoles, 15 de abril de 2020
aristóteles españa / cuatro poemas
Llegada
*
Bajamos de la barcaza con las manos en alto
a una playa triste y desconocida.
la primavera cerraba sus puertas,
el viento nocturno sacudió de pronto mi cabeza rapada
el silencio
esa larga fila de Confinados
que subía a los camiones de la Armada Nacional
marchando
cerca de las doce de la noche del once de septiembre
de mil novecientos setenta y tres en Isla Dawson.
Viajamos
por un camino pantanoso que me pareció
una larga carretera con destino a la muerte.
Un camino con piedras y soldados.
El ruido del motor es una carcajada,
mi abrigo café tiene barro y bencina:
nos rodean
bajamos del camión
uno dos tres kilómetros
cerca
del
mar
y
de
la
nada,
¿Qué será de Chile a esta hora?
¿Veremos el sol mañana?
Se escuchan voces de mando y entramos a un callejón
esquizofrénico que nos lleva al Campo de Concentración,
se encienden focos amarillos a nuestro paso,
las ventanas de la vida se abren y se cierran.
~
Caminos
*
Nos llevan a cortar leña por los bosques,
de sol a sol,
custodiados por patrullas
que apuntan directamente a la cabeza.
ordenan cantar y correr,
agujerean nuestra sensibilidad,
quieren destruirnos como guijarros
bajo la nieve,
humillarnos,
Mientras entonamos en alta voz:
“Bajo la linterna, frente a mi cuartel,
sé que tú me esperas mi dulce amada bien”.
Y el viento invade los parques de mis sombras,
desordena los faroles, las plantas escarchadas.
Me acuerdo de Rosita en la última navidad,
o con su uniforme de colegiala y sus cuadernos.
(A lo mejor nunca leerá este poema).
Hay olor a nubes enterradas,
nos golpean,
mientras una rata camina entre la hierba.
“Si es que llega un parte y debo yo marchar
sin saber querida si podré regresar”.
Sólo vemos galerías pintadas de insomnio,
postes amontonados,
manos que sangran,
en el trayecto al Campo de Detenidos,
y fusiles,
y mitades,
encerrados en un laberinto de crueldad y miseria
en el paralelo 53 sur de este mundo.
~
Y no eran perros
*
Anoche al acostarme
escuché ladridos
en algún lugar del Campamento.
Y NO ERAN PERROS.
~
Una especie de canto
*
He aprendido a ver el mar entre barrotes
rodeado de secretas amenazas,
a conocer los metales del desprecio,
el valor de la unidad y la palabra, a sentir,
a ser valiente cuando me torturaron,
contemplar como crecen las semillas
en las jaulas…
He aprendido a distinguir los cánticos
del odio,
nacer, caminar entre la bruma
y crecer
y escuchar risas que evocan garras,
muecas, los pasos del verdugo,
el temblar bullicioso de mis venas…
He aprendido a ver las cimas
transparentes de lo humano,
el helado resplandor de la ternura,
la otra dimensión de la esperanza.
***
Aristóteles España (Castro, 1955-Valparaíso, 2011)
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