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El 11 de diciembre de 2025, la comparecencia infinita terminó su fase de actualizaciones diarias. Agradecemos a todxs lxs lectorxs e colaboradorxs. Sin su apoyo no habría seguido adelante este proyecto que nació en abril de 2017 y que vivió un período de inactividad desde el 12 de diciembre de 2018 hasta el 10 de febrero de 2020. Este año homenajeamos también a Jorge Aulicino, escritor y poeta argentino que nos ha dejado el pasado julio, sin el cual no habríamos llegado al formato de actualizaciones diarias. La siguiente fase de la comparecencia infinita será de actualizaciones inusitadas, destellos e intermitencias en la bandeja de correo de cientos de suscriptorxs y de miles de lectorxs. A lxs colaboradorxs pedimos que sigan enviando material, será, como siempre, bien recibido. Volveremos, pero a pequeñas dosis esporádicas. Hasta cuando sea, gracias totales.

jueves, 13 de septiembre de 2018

a. r. ammons / de "basura"












Basura tiene que ser el poema de nuestra época porque
la basura es lo bastante espiritual y creíble como para

embargarnos la atención, estorbando, poniéndose por medio,
amontonándose, apestando, manchando los arroyos

de marrón y de blanco cremoso: qué otra ocas nos aparta
de los errores de nuestros ilusorios usos, no la tentación

de carecer de porquería, eso resulta remoto, y,
en cualquier caso, inimaginable, poco realista: yo no soy un

abreboquetes o tapaboquetes: métele el dedo
a la dama (qué digo, mierda, al dique), que no derrame

el fluir de la cratividad, lo que viene aflorando, futurista,
los orígenes que fomentan la porquería: junto a la I-95, en

Florida, dond es raso el terreno como son rasos océano
y golfo, surgen montones de desechos (porque si sacas una

cosa para hacer sitio y meter otra dentro, qué ocurre con
la cosa que has sacado: lo mismo pasa con las tumbas),

se arrastran los camiones de basura como con reverencia,
como si ascendieran por zigurats hacia las altas aras

que conservan con vida gaviotas y basura, ofrendas
a los dioses de la basura, la represalia, la expectativa

realista, las deidades de ingratas necesidades:
jóvenes y refinadas lombrices de tierra, ahogadas

por lluvias primaverales en pozas de macadán, se vuelven
en día y pico blancas de humedad, redondas motas

con aspecto de esputo o cremonísismos moluscos,
crudos y machacados: si este poema no es el mejor

del siglo, acaso puede tratar del peor poema
del siglo: al menos aparece hacia el final,

y así debajo de su medida puede cundir un
largo reguero de bazofia: pero arriba, en las alturas,

un humo mínimo emana día y noche la munificencia
sacrificial hasta entoldar el cielo de marrón y encerrarnos

como en una tetera bien tapada, la sempiterna llama
alimentada por esta intendencia de acres de profundidad:

la oferta gratuita de una silla de plástico paticoja:
un harapiento atuendo deportivo: la impresión de un

mainá pringada de gelatina: cómo escribir
este poema; debería ser corto, una pequeña explosión de

dúplex, o largo, pieza que caza sin veda, llega a casa
tarde, pierde la pista y la vuelve a encontrar;

debería actuar, representarse, dar ejemplos,
ilustraciones, colores, atuendos, o intensificarse

y quedar reducido a proclama, osamenta que un corpus
cualquiera alcanzaría a rodear, o acaso no debería ser nada

de nada a menos que se encuentre a sí mismo: el poema,
que trata de la idea presocrática del

eje disposicional que va de piedra a viento y veinto
a piedra (junto con elaboraciones mías, si alguna cabe),

está completo antes de comenzar, así que no es preciso
que me apresure a abreviar, aunque cualquier lector cansado

podría concluir en breve: el eje quedará bastante
claro si se embadurna aquí y allá con un poco de tinta

o está bien afinado en toda forma o tonalidad
de su revelación: este es un poema científico,

y afirma que la naturaleza modela valores, que nosotros
inventar hemos inventado poco (hemos copiado), reflejos

de posibilidades que ya estaban aquí, donde vinimos
a parar y la forma de venir: un director sacerdotal tras el

buldózer que echa negros bufidos ladea las cosechas y
lee las aves, millones de solitarias que van circundando

una cumbre común, cayendo sobre las vetas carnosas
y los inflados panecillos (¿frailecillos?): hay un montón,

además, en la mente del poeta hasta donde se remolca
la lengua muerta para que arda entera, la energía se conserva

y cobra hechura de giros y conjuntos nuevos, y la mente
se fortalece con lo que ella misma fortalece, y es que

dónde sino en el culo mismo de una caída está
la redención, dónde sino en el rebajamiento, dónde

sino en el dolor del fracaso, la pérdida y el error discernimos
nosotros las feroces aflicciones que nos hacen girarnos,

dónde sino en los arreglos a los que el amor nos arrastra
del todo, donde no queda ni un resto de nuestros alardes

sin humillar, hallamos dulce semilla de nuevas
rutas; pero somos naturales: fue la naturaleza, no

nosotros, quien nos dio pie: aun así no estamos, aun siendo
naturales, divorciados de más altas y más finas configuraciones:

tejidos y hologramas de energía circulan en
nosotros, y buscan y encuentran representaciones de sí mismo

fuera de nosotros, de forma que podemos participar en
altas celebraciones y conocer alcances de sentimiento

y vista y pensamiento tales que penetran (realmente
penetran) lejos, más lejos que estas húmedas células nuestras,

y van alzándose y pasando nuestras historias, los planetas,
las lunas y demás cuerpos localmente hasta llegar al otro lado

del polo, odnde las formas de la materia se difunden
y la energía pierde todo medio para expresarse excepto

en cuanto espíritu: ah, sí: allí, en lo que dura, donde
dura la mente y nada más, lo eterno,

hasta que pasa a ser otra pera o pez sol,
ese destello pasajero en el ojo del pez que hace

tanto que está allí, yendo y viniendo: es el
destello de la eternidad: todo se vuelve a desenvolver,

cobra forma y la pierde, palpable e impalpable,
y  en una sola fase, la misma del dolor y del amor,

nosotros conocemos al otro, donde lo perdurable viene a
prevalecer, bien y sin trabas: ese cielo que mayormente

queremos es, sin embargo, este infernal fondo infestado
por reacción, el sobrecogedor culo del cielo: hay que escribir y

reescribir hasta que bien rescrito esté: si estoy en
contacto, dijo ella, entonces llevo delantera: qué

infernal forma de hablar es esa: no me puedo creer
que yo ya sea un simple viejo, cuya madre está muerta,

cuyo padre ha fallecido y muchos de cuyos
amigos y colegas se han ido para terminar bajo

tierra, que solo es viento con peso, o convertidos
en polvo, brisa más leve: pero es que, francamente, todo

esto era de esperar y no de desear: incluso
viejos árboles, recuerdo algunos de ellos, el lugar

donde se alzaban: las fotos tomadas junto a algunos:
y viejos perros, sobre todo uno negro, uno imperial,

los cuatrillizos con sus jerarquías (arquías como en Archie)
sucediéndose unos a otros, ladridos y retozos van pasando

hasta perderse como transparencias en un proyector: qué
eran entonces ellos que son ahora lo que son:

***
A. R. Ammons (Whiteville, 1926-Ithaca, 2001)
Versión de  Daniel Aguirre y Marcelo Cohen

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