Al niño hay que decirle cien veces que
todo irá bien, lo cual no es nada fácil.
A lo largo del año hacemos mentalmente el equipaje para
ir a la costa, aprendemos a contar los meses para que
los vestidos se vuelvan más finos y las capas se reduzcan,
nos inquieta el cambio de hora
hacia delante, apenas logramos controlarnos.
La vida tiene
un poder inaudible, todopoderoso, igual que
la naturaleza, mientras que, en nuestra cobardía,
nos inventamos todo tipo de pasatiempos y ocupaciones
para que no tengamos que pensar en ello, para que
no tengamos que tomarlo de veras en serio.
Pero igual que ese fino chorro
de leche vertido en el té caliente, que sabe
exactamente cómo distribuirse con insistencia a fin de
teñir todo el contenido poco a poco con
un tono más claro, en nuestro interior sabemos
hacia qué y adónde nos dirige la esperanza.
El hueso de aguacate que,
en la repisa de la ventana, hundido en el agua, durante
semanas ofrece una lección de paciencia,
antes de que el niño dentro de nosotros pueda divisar,
en su desconfianza, y volver a comprobar,
gritar a todo pulmón
y luego señalar con el dedo y saltar, la fisura.
Esta debería ser la señal –que aparezca la ruptura
para que empecemos a contar cuántos días nos quedan.
Anja Golob (Slovenj Gradec, 1976)
Versión de Barbara Pregelj
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