El llano de huizaches
*
¡Elena!
Oigo mi nombre, me busco.
¿Sólo esta oreja queda?
¿Ésta que oye mi nombre en un llano de huizaches?
¿Mi nombre, gritado así, a los cuatro vientos,
de noche, en el llano de la muerte?
¡Elena!
Es raro que descuartizados
mis miembros avancen por el llano de huizaches.
El nombre ya no los une ni los nombra.
Es raro que sigan avanzando
y que en el centro esté la boca del vacío.
Ahora los llama mi nombre:
¡Ven aquí, nariz de Elena!
¡Ven aquí, brazo de Elena!
Sólo la bacinica sigue firme cubriendo la cabeza
que sonámbula rueda en el valle de huizaches.
¿Hay todavía un puntapié sobrante?
¿Ya nadie llega a jugar a la pelota?
¿Nadie olvidó un buen escupitajo de colmillo
para la cabeza que rueda entre huizaches?
¡Elena!
Los llama mi nombre:
¡Vengan aquí, mano pierna pescuezo!
Hace años que bailan separados
en la tierra de los escupitajos.
¿Hay alguien que guarde todavía un gargajo
para ese ojo cerrado a gargajazos?
¡Elena!
La voz viene del centro profundo de mi ombligo.
Hay quien vive adentro del ombligo y me llama.
La voz corre para atrapar los pies que corren
entre huizaches
y las manos que bailan el baile loco de los dedos locos
sin pizarra, sin lápiz, sin niño, sin amante.
Me busco. Me encuentro.
Colgado de una rama seca está uno de mis labios.
Y ahora por allí corre la lengua
que recitaba las lecciones del colegio:
Rosa, rosae…
¿Qué hará allí, tan lejos del pizarrón,
tirada en el valle de huizaches?
¡Elena!
Me busco. Me encuentro.
Nadie levanta la bacinica que cubre paisajes,
pájaros vistos en deslumbrantes copas,
el pico de la estrella de la cual colgaba yo
y las sílabas de mi nombre meciéndome hacia un pasado
y un futuro los dos de oro
antes de estar aquí, gritándote a ti mismo
en los huizaches.
Tampoco hay que mirar por el agujero de la aorta.
¡Señores, un mecate para ligarlo bien!,
para que nunca más se llegue al centro de ese corazón
que yace luna roja caída en el llano de huizaches
¿Les gustará a las damas y a los caballeros
tumbado, iluminando de rojo a los huizaches
en el valle en el que rueda mi ombligo
como antes rodaron canicas llamándome?
¡Clic! !Clic! !Clic!
¡Elena!
Mi espinazo blanco avanza como víbora
hacia el pozo negro del vacío.
¿Hay algún tacón de raso,
de esos piadosos tacones de raso que llevan las señoras
para que aplaste su cabeza?
¡Rosario y decencia en mano, hubo damas!
¡Chequera y decencia en mano, hubo caballeros!
El llano, este llano, es para los pelados.
Las damas y los caballeros viven en avenidas
de cartón y beben sangre de indio.
¡Elena!
Me busco. Hay tiempo, el pozo está lejos todavía.
Los dientes separados de la encía avanzan a saltitos.
Hasta que caiga el último de ellos,
hasta que caiga la solemne campanilla que presidió
al paladar y a la palabra, no podré responderte.
¡Elena!
Te digo que me busco, que me encuentro.
Espera hasta que llegue al pozo negro la última de las uñas.
¡Es largo el llano de huizaches!
¡Es ancho el llano de huizaches!
¡Se tarda uno siglos en cruzarlo!
~
El extranjero
*
Allá donde encontramos lo perdido
Allá donde se va lo que se tuvo
Allá donde los muertos están muertos
y hay días en que renacen y repiten
los actos anteriores a su muerte
Allá donde lloradas lágrimas se vuelven
a llorar sin llanto
y en donde labios intangibles se buscan
y se encuentran ya sin cuerpo
Allá donde pronto somos niños
y tenemos casa
y en donde las ciudades son fotografías
y sus monumentos residen en el aire
y hay pedazos de jardines atados a unos ojos
Allá donde los árboles están en el vacío
donde hay amores y parientes mezclados
con objetos familiares
Allá donde las fiestas suceden a los duelos
los nacimientos a las muertes
los días de lluvia
a los días de sol
Allá, solitario, sin tiempo, sin infancia,
cometa sin orígenes, extranjero al paisaje
paseándote entre extraños
Allá resides tú,
donde reside la memoria.
París, 1951
Elena Garro (Puebla de Zaragoza, 1916-Cuernavaca, 1998)
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