Sala de emergencia
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Hemos recorrido más que el asfalto. Dejamos pasar avisos de tránsito que nos advertían del posible desastre. Nos convertimos en un accidente que dejó estragos. Explosión de guerra avisada. Te conocí cometiendo el delito de lanzar una bomba directo al miocardio. No medí los frenos, me automediqué y me provoqué una sobredosis. [no entiendo cómo se desintoxica una herida queriendo a alguien roto.] Aquí estamos, en el eco del olvido, en la catástrofe del metrónomo. Tenemos la cronología completa de los accidentes y el país nos ayuda a reinventar la historia. Pasamos las venas como pasamos la página, pero no olvidamos. He cometido el error de quererme poco y dejar que otros se den cuenta. Sin embargo, vuelvo sin venganza al accidente que fuiste y lo convierto en un vendaje para no mostrar el hueso. Coloco mi herida en la candela. Me revuelco en la miseria que dejaste. Y la muestro.
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Subrayo un título como subrayo un país
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Nos hemos convertido en una pantalla. Adormecidos ante el estruendo de las piernas. [cobija hueca con noticias de otro mundo.] El muerto que no nos pertenece y el mandatario obsoleto acusado de corrupción. El programa en otro idioma y la antena infaltable en cada ventana, en cada hogar. Nos dicen que aquí vale más el derecho a la alimentación que el derecho a la vida. Y morimos, pero comemos. En mi pecho se devoran paraísos, playas, Los Roques, Mercal, La Tortuga. Subrayo un título como subrayo un país. El tiempo cambia y nos inventamos las estaciones. Nuestro invierno es una lluviecita y el verano es El Guri seco. Nos atropella una moto y seguimos. Tengo una patria de enjambres. ¿Quién nos enseñará a salir de la pantalla? Quiéreme y sácame de aquí, dijo Manolo García, pero nunca lo escuchaste.
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Caracas, sé que encontraré mi nombre en tu falta
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El que con plomo viene, con plomo se va.
FAMASLOOP
Caracas es una mujer con el pecho lleno de balas. Soy extranjera junto a tanto plomo. Nos observa el mito del volcán dormido, se burla de nosotros por incapaces. La ciudad de los padres y de los abuelos. La Caracas entre los dientes que no queremos soltar. La del torrente congestionado. Ciudad a la que temo. Esa, la de comunidades en forma de avalancha que presume ser comuna, la de las arterias tapadas. Caracas, oxígeno sin tanque y sala de emergencia de todos los días. Morgue. La de los hierros. La que no quiero ser cuando me vaya y que no quiero que me sea.
Caracas, única mujer que obliga a quererla mientras te apunta en la sien.
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Demasiado hueso, demasiado calcio
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Nada sabemos del final hasta que nos quebramos.
Las costillas sólo suenan cuando se rompen. Le pedimos al amor ser puente sobre barrancos y ahí nos quedamos, en la suspensión. Siempre pensé que tu boca tendría sabor a aspirina. [angina de pecho. sensación de estrangulamiento localizado que dura quince minutos antes del infarto.] Dejarte fue aliviar la sensación de una muerte repentina. Dejarte fue tan fácil como cualquier herida que se cura con alcohol. Unos minutos para ser pasado, para ser el muerto-de-alguien, para ser la-carga-del-otro. Lanzarse al vacío fue siempre cosa mía. [y me quebré.] Demasiado hueso, demasiado calcio. Había tanto que quebrar que decidiste quererme poco. Me dejaste con el cuerpo hinchado de árboles. Con la imaginación fracturada. Le pedí a nuestro amor que fuera un puente sobre un barranco, pero sólo fue una medida preventiva para no caer al vacío tan pronto.
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[Intentos de fuga]
I
Tengo una enfermedad que juzga
Mi condena: tener el vientre lleno de suicidios
II
Ser país también es una forma de morir en el intento.
III
Sé:
que cuando el amor entra por la puerta
es porque va saliendo de un hotel.
IV
Si es verdad que soy por tu costilla
entonces no deberíamos dolernos.
V
Basta que nos desvistamos para comprender
que sólo somos una necesidad.
VI
Si la muerte tiene algún tipo de anestesia
seguro es en forma de temblor.
VII
Cuando la poesía no tiene musa,
tiene ojeras.
VIII
Cardiópata:
persona en forma de herida
que no se va de uno
hasta que llega otra.
IX
A los 30 años da cáncer.
A los 23 años da miedo.
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Limitación de masa
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Hay un grito oxidado en cada olla que lavo y en cada vaso que miro. Una mancha adorna mis muebles y las paredes tienen signos de descomposición. Adoro marcharme de multitudes, aislarme de lo que nunca he sido, desintegrar el grupo al que no pertenezco. Tengo una [C] entre las pestañas y esta [C]asa se va quedando pequeña. No es más que una radiografía con dibujos de fracturas. No es más que un cerebro dislocado, multiforme. No soy más que una muñeca rota que mutiló sus dedos jugando a ser columpio. No soy más que el afán de buscarte en todo lo corrompido, en todo lo pasado, en el moho de mis piernas sin usar, en todo este fuego que propago por la boca como volcán sin tierra.
Después de tres intentos de socorro y una nevera vacía te digo: primero está el incendio que tú, primero la casa que tú y primero que tú estoy yo y yo y todo mi músculo desgastado. Que la ira no se apaga con el agua. Que el resentimiento no es resentimiento: es blindaje. Que la casa no se quema sin el cuerpo. Que nunca fuimos anatómicos ni vulnerables.
Me asomo entre las llamas que me quedan y te digo: recoge el escombro, ya no quiero que vuelvas a buscarme.
Oriette D'Angelo (Caracas, 1990) Cardiopatías. Caracas: Monte Ávila Editores, 2016.
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